Érase una vez ...
En la Rioja abundan los títulos nobiliarios que gozan de buena fama. Esta humilde botella no tiene sangre azul en sus venas : ni conde ni marqués con escudo heráldico e historia, ni siquiera letras recargadas, florituras gráficas y cromáticas. Este Coto de Imaz aposta por la sencillez de la etiqueta : el dibujo a la grisalla de un recinto fortificado en un fondo blanco y un texto corto, escrito en cursiva Garamond, nos remite a la más antigua tradición monacal.
En la copa, el vino muestra un color rubí claro con ribetes teja y no aparenta la edad que tiene : es un joven de cuarenta y cuatro años en perfecto estado de salud. En nariz, es un derroche de aromas seducientes, es decir sin un ápice de vulgaridad : cerezas cocidas, pimiento rojo, crema pastelera, tabaco rubio, chocolate en polvo, piedra de chispa. Evoluciona lentamente hacia matices de tomates rellenos de carne y sobre todo de especias dulces. Sabe mejor de lo que huele y hay de todo : algo de fresón, recuerdos de zumo de cranberries, de tomates secados al sol, de bistec de res. Sus taninos bien pulidos, levemente amargos, alargan el momento cúlmine de sabor en el paladar, alrededor de treinta secundas caudalías. De textura oleosa, magnifícamente depurado, reducido y concentrado, con una perfecta trama ácida, recto e incisivo, pero voluptuoso y radiante, es pura autenticidad e integridad, un modelo a seguir.
Lamentablemente, las bellas historias, muy a menudo, terminan mal, especialmente en esta región : chapados a la moderna, los reservas de hoy cuestan cuatro perras pero caducan rápido. Érase una vez un paraíso del vino - mitad francés y mitad español - una tierra del nunca jamás llamada La Rioja ...