Uno de los tragos que más me ha emocionado en los últimos meses. Desde su color abierto y respladeciente (en comparación ciertos rosados españoles "supermodernos" pasarían por tintos), pasando por su pureza aromática y terminando por una persistencia que se olvida del tiempo.
Nariz desde el principio pura, limpia y expresiva a lo mejor que puede dar la variedad en plena forma, cerezas crujientes, fresas, violetas, especias dulces, algo de incienso, cuero. Es muy complejo y la finura y la elegancia no dejan ni asomar a la tentación de la potencia. En boca redondo, aterciopelado, ofreciendo todos las matices de la nariz en versión apetitosa. Y luego tiene ese duende que sólo la mejor Pinot sabe dar, ese cierto carácter etéreo, esa fragancia que viene y va y nunca se deja acorralar del todo. Es perfume masticable, es la sesualidad en una copa de vino, es la mirada cálida y sofisticada de la bellísima Audrey sólo para tí. Seduce y emociona. Últimamente no puedo pedirle más a un vino.
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