Magnifico, en todos los sentidos.

Rojo cereza de capa alta con milimetral ribete teja. Nariz de intensidad alta con aromas de fruta del bosque en sazón ( picotas, ciruelas y guindas ). Hay sensaciones que recuerdan a las maderas nuevas ( después de 19 años de la vendimia ) y a esa fruta fresca que sobrevuela todo el proceso olfativo. Notas balsámicas, mentoles, eucalipto, after eigth y hueso de albaricoque maduro. Hay un corazón de fruta en compota que recuerda a la mermelada de frambuesas y la zarzaparrilla siempre está presente ( a un niño para que me entendiese le diría que sabe y huele al polo Drácula ). Si me dejo llevar hasta diría que es una nariz muy “ Mariana “ por lo que siempre se ha dicho de El con el uso de las maderas. En boca es riquísimo, existe concentración frutal que vuelve a recordar a la zarzaparrilla y a los fresones, tiene una acidez perfecta que lo hace muy fresco en el paso y activo en esas sensaciones frutales. Conforme avanza en el recorrido y va hacia el posgusto deja sensaciones más maduritas, especiadas y de cacao, para terminar en un final de boca muy sápido, con esas frutas del bosque y una excelente frescura. Este vino me ha desconcertado, ya que no me esperaba estas sensaciones en un vino del año 2000 y de Jumilla ( Bullas ). Aquí no hay vejez prematura por ser un vino del Mediterráneo. Como siempre la clave está en los viñedos junto a la mano de la bodega, ambas deben de ser extraordinarias y con mucho sentimiento. Una maravilla y posiblemente el vino que más me ha sorprendido de esta D.O. en todos esto años. Me trae entrañables recuerdos de mis queridos amigos Félix, Víctor, Rafa y Dani Reverte, que fueron los que me lo recomendaron por aquellos años de mi lejana veinteañera juventud. Visto lo que acabo de probar, viva la eterna juventud que aún está por determinar.