Una gozada encontrarse con este vino ultra-escurridizo, y ver lo austero de la etiqueta. Si uno lo juzgara por su apariencia, no daría un duro por él. Algo (todavía) tan típico en Italia.
Un brunello subido de color, en nariz cerrado, taciturno, terco; pero el decantador le forzó a enseñarnos su belleza. Hay muchísima fruta negra, ciruelas, pasas, higos secos, habrá quien digue que le recuerda a un oporto (¡yo entonces diría que sería un Fonseca vintage!). La carga frutal se acopla muy bien con un tostado especiado algo necio, pero cremoso y sutil, que no fastidia. Al paladar es monolítico, con una tanicidad densa sostenida por una estupenda acidez. La fruta, austera, del vino tiene un agarre soberbio y un firme fondo mineral que se extiende hasta el final, tenso, tánico, cargado de especias del sangiovese, enoooorme. A cada momento el vino creció, y hacia la última copa era angustiante ver que ya no había más. Pasará mucho tiempo antes de que vuelva a topar con un brunelo de Costanti, y cuando eso suceda, quiero que sea este mismo.