Botella borgoñona, pesada y con una cápsula muy consistente. El corcho se ha atrancado y nos ha costado sacarlo entero.
Picota oscuro con trazas marrones y borde teja. Turbio y con poso, es necesario decantar. Bastante cubierto. Lágrima delgada.
Al abrirlo olía a fruta y laca de uñas con algo de corcho, aunque estos dos últimos matices desaparecieron rápidamente. Después nos ha parecido un Ródano e incluso un Piamonte, pero en ningún momento un Rioja. Durante las tres horas que ha durado el vino, hemos detectado bastantes aromas entre los que destacamos violetas, moras, balsámicos, trufa, chocolate con leche, tapenade, mina de lapicero, vainillas y notas pedregosas.
En boca la acidez se mantiene impoluta y las sensaciones que nos deja son las de un tinto corpulento pero hecho. Aún sobresale algo la madera, quizá en unos años termine por integrarse con el resto del conjunto. El tanino ya es sedoso. Fruta negra, tostados, especias, ebanistería y mineralidad.
Final largo y complejo.
Un vino sin defectos, que nos ha gustado más al principio, momento en el que notábamos apuntes más animales y campestres.
Sin embargo creo que nos lo hemos tomado en un momento algo "tonto", a día de hoy los 80€ que pagamos en su día nos habrían parecido una mediocre inversión. Fresco, técnicamente perfecto y disfrutable. El problema es que le falta tipicidad.