El inicio de un década sin parangón

Próximo viaje fuera de España, cercano ya. Y llámenlo superstición, mal fario o lo que quieran, pero siempre que cojo un avión -al cual, por cierto, no tengo miedo alguno como medio de transporte, pues, bien el contrario, es de mi mayor agrado- procedo, como ritual inveterado, a descorchar una botella de VS antañona, por aquello de por si acá... A ver si, encima, nos vamos a ir mal bebidos al otro barrio... Que, por supuesto, no va ser el caso.

Y esta vez le tocó el turno a uno que le venía teniendo muchas, pero muchas, ganas. El Único del 60. Sí, ese que iniciaba una década prodigiosa ante la cual, quienes disfrutamos de los placeres del Dios Baco, sólo podemos, desde nuestra humildad, rendir la consabida pleitesía... Pues motivos -y no pocos- nos da para ello, siendo una buena muestra el aquí comentado.

Vayamos al grano.

Botella con etiqueta aceptable y presencia general correcta, con nivel un par de mm por encima del cuello. Cápsula correcta y adecuada para su edad. El líquido presenta un buen color -rojo vivo- dentro de la botella tras su correspondiente comprobación bombilla mediante.

Descorchado 1 hora antes y mantenido a 14 grados. Sin decantar. Corcho ya un tanto disminuido que se rompió en mil pedazos en la operación de descorche. Tintado en sus 2/3 partes. A la segunda fue la vencida sin problema.

Visual: Asombroso rojo picota, con enorme profundidad. Capa alta. Ribete muy estrecho de tenue color teja, con apenas diferencias con un también estrecho menisco de color cobrizo. Impresionante color para su edad (55 años). Tremendamente juvenil. Espejo brillante, casi reluciente; limpísimo, sin presencia de ningún precipitado. Absolutamente increíble. Sin apenas lágrima.

Olfativa: Descomunal e inacabable. En un primer instante, y a copa parada, se distingue un primer plano de fruta roja aún viva, sin signos de compotado. Fondo licoroso, balsámicos y granos de anís. Asimismo, se percibe un elegante especiado (pimienta blanca, comino, un leve toque dulzón que recuerda al curry). Moviendo la copa, y con algo más de tiempo, se comienzan a notar unos finísimos tostados, algo de trufa y café molido. Aparecen las notas cremosas. Al fondo se aprecian, de forma muy vaga, una serie de terciarios que -asombrosamente- no hacen sino comenzar en su desarrollo, ligeros cueros, atisbos de pólvora, duelas envinadas, faisandaje. Perdónenme la franqueza: a-co-jo-nan-te.

Gustativa: La fruta roja vuelve a hacerse notar en una entrada amable, pero suntuosa. Un vino pleno. Fresas y notas de guindas al marrasquino. Pimienta blanca. Un vino en su transición de lo juvenil a lo maduro. Firme y tensionado, con un buen volumen, carnoso y estructurado, goloso. Con el tiempo, y el trascurso de las copas, aparecen las notas dulces (vainilla, crema pastelera), mezclándose, en un espiral de sensaciones, con notas amragas de vegetales, balsámicas y de pimienta, toffes y tostados. Sin empujarse, sin estorbarse, como en una secuencia pefectamente definida. Taninos pulidos, sedosos, que acarician el paladar.

Y esa acidez!!, que esta ahí, siempre, para recordarte ante quién estas, y que él seguirá vivo cuando algunos ya no estemos por este mundo. Sólo equiparable a la de los más grandes, como los ygays del 25 y del 42. Y que se sigue sintiendo en la boca 2 horas después de haber finalizado con la botella, quizá porque su persistencia es casi infinita.

Sencillamente desbordante... Y, por si no me creyeran, un apunte más les dejo. Una copa fue degustada por mi suegra -82 años, abstemia-. ¿quieres un poquito más -le dijo este comentarista-? "No, ya para la siguiente vez que baje lo vuelvo a probar". Ahí lo dejo.

Para el recuerdo, sólo opacado por su congénere del 64 y al mismo nivel que el 66.

180 euros.