El que me conoce, sabe que en blancos Borgoña es mi zona, y que dentro de Borgoña soy de Puligny (a veces también de Meursault). Pero es que además, Folatières y Pucelles son mis dos 1 Cru favoritos. Y para más inri, los Carillon, éste y Louis son dos de mis productores fetiche. Sin embargo no todo iba a ser perfecto, ya que está botella es un 2018 y desgraciadamente en este caso, el conjunto queda algo empañado. La añada me parece malísima y además me persigue: cuando creo que o bien no me queda nada en mi bodega, o bien no me lo voy a volver a encontrar en ningún restaurante, aparece alguna. El problema es mío, eso está claro. ¿Y por qué meto esta chapa? Pues porque este productor, que es top, vendimiando uvas de este pago, que también es top, no ya en un año bueno, sino en uno normal, saca un producto completamente distinto al de hoy. Con una fruta menos madura, con menos toques a vainilla, con menos alcohol, con una estructura más rectilínea y con mayor frescura.