Cuando empezamos a entender los vinos de Napa, nos damos cuenta de unas cuantas reglas que en general se cumplen:

A) 1. Para tintos la cabernet, y para blancos la chardonnay. 2. Casi todas las bodegas elaboran blancos y tintos. 3. En cuanto a tintos, hay dos tendencias (modernidad entendida como vinos más sobreextraídos o clasicismo entendido como menor alcohol y barrica y mayor acidez) que conviven sin tensión ya que el consumidor yanki es mucho más abierto de mente que el europeo. 4. Siguiendo con los tintos, es cierto que si nos vamos a precios, los que hemos definido como modernos suelen ser más caros. 5. Si buscamos finura, hay una franja de 40 a 120€ de una calidad portentosa, sobre todo de variedades bordelesas tintas (también, de zinfandel y garnachas). 6. Existe un catálogo de unos doce o quince vinos tintos finos de esa franja de precios que no les tienen nada que envidiar a sus hermanos del Garona. 
 

B) Con los blancos la cosa cambia y el asunto no es tan fácil de entender: 1. El consumidor de blancos, suspira por las chardonnay y está acostumbrado a la madera y a la estructura y aquí no es tan abierto de mente. 2. Los chardonnay de ese estilo y esa zona son muy identificables. 3. Son bastante caros. 4. Hay un nicho, pequeño, que se sale de esta forma de elaboración (menos barrica, más acidez y menos alcohol) y que además es más económico. 5. Mi reflexión es que, para este tipo de uva, Borgoña sigue ganando por goleada.

Y dicho esto, Far Niente es una de las etiquetas de referencia y su blanco es objeto de deseo: potente, maduro, con una excelente materia prima, maderoso y con un postgusto eterno. No es el que bebería a diario, pero cuando voy por allí y lo veo, me lanzo directo.