La syrah

Lo abrí el jueves y descubrí en él todo lo que debería ser ejemplo de una buena syrah de Cornas: empezando por la capa, que no es en absoluto liviana y siguiendo por el grado de alcohol que marca, de tan solo 13.5º. Poner en consonancia estos dos parámetros es sólo una declaración de intenciones, que en el caso de los buenos productores de esta zona de Francia, sale sola. Y por tanto, así en nariz como en boca, encontramos todo lo esperado: fruta negra, especias de monte bajo, mucha nuez moscada, tapenade, pimienta no punzante, carne ahumada, piedras al sol… Las sensaciones que deja después del trago tienen pegada, ya que aunque el tanino está empezando a domarse, los toques a fruta siguen muy presentes y hacen salivar. El alcohol va y viene y no sabría decir si está integrado o no, al igual que la madera. En todo caso, ninguno de estos dos elementos estorba y ambos dejan paso a un conjunto casi hecho y que posee una acidez notable. Además, el final es largo y bastante complejo, pero sin perder su tipicidad. Y precisamente me quedo con esta última palabra: “tipicidad”. Porque al hilo del principio de la reseña, si quieren beber una buena syrah del Ródano, los básicos de esta bodega podrían ser un interesante campamento base.

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