Más terroso, con mayor presencia de raspón, más mineral, más turbio, más cerrado al principio, pero con más mala leche también, que la última botella que me bebí en marzo.
Se trata de un tinto fluido y sabroso, eminentemente primario. Fruta roja y negra, especias de monte bajo y trazas minerales en nariz. Afortunadamente y pese a tratarse de un vino natural, no hay ningún deje a sidra ni nada por el estilo. En boca tiene un paso ligero, astringente y algo dulzón, pero que entra bien. Primario y con toques a canela. El final deja recuerdos a flores y piedras. Un buen vino, algo más barato que el básico que Terre Nere, pero que tampoco llega a su nivel.
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