En la familia de Bruno Dubois, el viñedo y el vino son parte de su naturaleza, los misterios son largos de descifrar y las generaciones que se acumulan nunca son suficientes para entenderla. Pero han ido aprendiendo, a través de sorpresas y alegrías, a respetar estos hechizos y a hacer un amigo de aquel acompañante abrumador que es el vino.

Bruno aprendió a caminar dentro de los viñedos, ésta ha sido su escuela de vagabundos, la más impresionante, es la del sol, la de la lluvia, de las granizadas y la de la bella neblina de septiembre. Es también la de los perfumes y aromas cuando abres uno de sus vinos, bebida llena de espíritu que nos traslada a otros mundos que nosotros ayudamos a crear pero de los que nunca seremos los dueños; otros mundos se abren y están al alcance de tus labios, basta con que abras esta botella.

"Les Perruches" es un Saumur Blanco elaborado con la uva chenin blanc. Procede de viñedos de más de 50 años dentro de 2,5 hectáreas cultivadas cuidadosamente según principios ecológicos (certificados desde 2009) y biodinámicos (certificados por Demeter a partir de 2015). El suelo es arcillo-calcáreo sobre gres.

Después de la vendimia manual, la uva se despalilla y se prensa sin utilizar azufre durante este proceso. La vinificación es poco intervencionista, fermentación con levaduras autóctonas. El vino resultante se crió más o menos un año en ánforas de barro.

Color amarillo dorado con el ribete de oro blanco, limpio y brillante.

En nariz destacan las notas florales con un trasfondo pirotécnico, entonces aparece la fruta amarilla madura, melocotón y melón erizo, olores de frutas exóticas y cítricas combinadas con notas terrosas, de yeso, hierbas de tocador, pan tostado, frutos secos y ciertos recuerdos a glutamato, pienso y medicamento; rebosa mineralidad y calcáreo.

En boca es directo, vertical como dirían los "winelovers", una buena acidez pero más citrica que de "agrios", esta acidez lo vertebra, le da personalidad y le alarga la vida pero no necesita 10 años de botella para afinarse, demuestra una óptima conveniencia a día de hoy. La verticalidad inicial se va volviendo más grasienta y nos va manchando el paladar de forma sabrosa, amargos y picantes estallan en boca confluyendo de forma salina en la punta de la lengua en un paraje verdoso, de suelo húmedo y descorcertadamente luminoso.

Para beber hasta tocárselo con los dedos zigodáctiles.

No está mal ni mucho menos, pero tampoco para echar cohetes. Un vino fresco, seco, con acidez , calcáreo, cítrico y cierta mielosidad tropical. En boca es intenso , mineral , también algo goloso. Menos delicado que otras chenin de la zona, más rústico