Amarillo, más dorado que pajizo. Limpio y brillante. Burbuja persistente y cremosa.
Veinticuatro horas exactas es lo que lleva abierta esta botella, y vaya si ha evolucionado. Ayer percibíamos cítricos, algo de panadería y mineralidad, dentro de un conjunto apretado, que quería seguir enseñando cosas, pero que no acababa de explotar. Hoy es un vino mucho más expresivo, más definido. Los matices son primordialmente los mismos, pero el abanico se ha abierto del todo y lo que antes sólo se insinuaba, ahora se muestra con total claridad.
En boca observamos lo mismo, ayer más vertical, hoy más ancho (sin perder el carácter rectilíneo, ojo). La materia prima es bestial, la fruta es poderosa y se sostiene por una acidez a prueba de bombas. No alcohol, algo de madera y mucho, mucho carrete, aunque ya se disfruta.
Final largo y muy perfumado.
Este Doquet es la joya de la corona. Un vinazo de los pies a la cabeza.
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