Creo que la añada 2018 en Borgoña toca a su fin. Váyanse bebiendo todo lo que tengan por ahí.
Que el básico de Pernot me parece un mini Puligny, a estas alturas, no le debería sorprender a nadie que me conozca. Es un productor de tomo y lomo, un top five de la Borgoña blanca que siempre, siempre cumple (bueno, quizá con la 2015 tuvo un pequeño bache). Con este 2018, añada que no me gusta especialmente, volvemos a notar finura, clase y buen hacer; cítricos muy presentes, camomila, piedra de fusil, toques punzantes y salinos, mineralidad... Un blanco joven, vertical, con acidez, perfumado, con un alcohol y una madera que se perciben pero que no son protagonistas, pero, sobre todo, con un gran carácter varietal. Por muchos años.
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