Hacía mucho tiempo que no me reencontraba con él

Michelot fue uno de los muchos productores que conocí hace años y al que le perdí la pista. Un genérico de 2012 creo que es es el último que probé. El de hoy, otro genérico, esta vez de 2017, confirma que en aquel entonces no tenía tan mal gusto, o todo lo contrario: que no estoy tan viejo para percibir las bondades de un buen vino. En todo caso, se trata de un Borgoña clásico con todo bien puesto y sin estridencias. Fruta roja, flores silvestres, un levísimo toque a vinagre balsámico, cueros, sangre y toques metálicos (recuerdo que este último matiz era habitual en los vinos de Michelot). La boca es vertical, sin huella maderosa ni alcohólica, con una gran acidez que tampoco la notamos desbocada y con todo en su sitio. Destacamos un deje punzante no tan palpable en la fase anterior. El final es largo y campestre. Reencuentros que nos provocan alegria.

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