La pequeña ciudad medieval de Saint-Emilion, clasificada por la Unesco, posee un patrimonio religioso y varias propiedades vitícolas cuyo nombre nos lo recuerda : Couvent des Jacobins, Clos de l'Oratoire y este Clos des Jacobins, de pequeño tamaño, porque el viñedo sólo mide ocho hectáreas y media.
El vino presenta un color granate oscuro, tan opaco que no se ve a través de la copa : podemos suponer que ha sido sobre extraído, una práctica muy habitual a partir de los años 90, para complacer al todopoderoso Parker. Exhala olores intensos a cerezas compotadas, a humo, a marroquinería, a moka y a sotobosque. En boca, las cosas se estropean : si el vino es ligero y satinado, hay también aristas tánicas, que se atenúan paulatinamente y se nota el alcohol en el final. Por lo demás, regala notas de moras del zarzal, de paloduz, de café turco y elegantes toques de mentol. Lo molesto es que ofrece un aspecto nebuloso y que hay poca fruta ácida, mientras que se trata de un tinto procedente mayoritariamente de la merlot noir. En perfecta armonía con chuletas de cordero a la brasa y alubias de Tarbes en salsa.
Este Saint-Emilion es el arquetipo del burdeos chapado a la moderna, difícil de reconocer, porque casi todos estos vinos se parecen, como si hubieran sido clonados : causan una peligrosa uniformización del gusto. ( PVP : 20,80 € )
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