Servido como séptimo vino en la cata realizada en el Casino de Madrid.

Servido como séptimo vino en la cata realizada en el Casino de Madrid. Este vino, cuya añada ha mitificado la crítica, tiene mucho de todo (incluyendo sus 100 puntos Parker, que para ser un Borgoña tiene su mérito :-). Se nota que ese año hubo mucho sol durante el periodo de maduración. Color más cubierto que el 91 o 93. En nariz frutas rojas muy maduras y el característico toque especiado. Es el de corte más mediterráneo de los diez catados. Llena la boca, es muy carnoso, casi se masca una grandísima fruta, explota en la boca y deja un magnífico postgusto, aunque no tiene, posiblemente, la complejidad y misterio del 91 y 93. Aún así, en una cata comparativa gana por potencia frutal, calidad de fruta y equilibrio global. Resulta, quizás, algo obvio dentro de su grandeza pero se disfruta enormemente. Puro vino de placer.

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