Cuando los pequeños se vuelven grandes ...
La añada 1985, menos sublime que la del 1986, dio lugar a tintos muy longevos, mucho más de lo que se pensaba en la época. El camino es largo entre desde el momento en que Jean Gautreau tomó las riendas de la propiedad hasta hoy : realizó un trabajo notable. Prueba de esto, esta botella soprendente, llena de polvo, de moho y de telarañas, con una etiqueta estropeada por el tiempo.
De color atejado brillante, apenas opaco, sobre toda la superficie del menisco, se presenta ligero, sutil, sedoso, pero con presencia y sobre todo con una batería de aromas terciarios : helecho, cedro, cuero inglés, sotobosque, habano, humo. En boca, resulta ser más joven de lo que parece, con sus notas placenteras de ciruelas secas, de reducción de moras, de grosellas negras al licor y de caza menor. Sin exceso, discreto, depurado, bien delineado, peculiarmente hondo, necesita una lenta aireación : tiene algo justo de acidez pero hay equilibrio entre la fruta evolucionada y el aporte moderado de la crianza en barricas de roble francés. Se acopló muy bien con lonjas de terrina de verduras, un solomillo de buey al horno y patatas Duquesa.
Antaño, era inconcebible destapar una botella de Médoc antes de treinta años de guarda. Hoy en día, los tiempos han cambiado : casi nadie posee una bodega cavada en la roca. Existen armarios climatizados pero su higrometría es bastante insuficiente para que los vinos se mejoren y se conserven por largo tiempo. Château Sociando-Mallet - que no es un " grand cru classé " - acabó por figurar entre los mejores, al mismo nivel que los renombrados Château Palmer y Château Montrose : un éxito impredecible. ( PVP : 75 francos o 11,43 € )