Rojo rubí, ribete rojizo, capa más bien alta.
En nariz es intenso y sorprende desde un primer momento por su limpieza. Todavía hay una gama de frutas maduras y licorosas, pero perfectamente definidas. Va ganando en copa y surgen los recuerdos balsámicos y especiados, los toques de tierra mojada y terrosos, una punta mineral muy sutil, finos ahumados, caja de puros, chocolate negro y piel curtida. Increíble pureza aromática en un vino con 86 años.
En boca resulta igualmente desconcertante, balanceado, con poder, una tremenda viveza, un paso pleno de equilibrio mostrando fuerza y elegancia, con garra, dejando en el final una larga huella de frutas maduras, especias, tonos minerales y terrosos. Tanino de seda pero todavía con presencia. Persistente.
Con este vino surgió un debate sobre los famosos “refrescos” pues parecía imposible que pueda tener los años que tiene, pero independientemente de todo esto lo que está claro es que lo que hay dentro de esta preciosa botella es un vino de Rioja de clase mundial, legendario, producto de una bodega histórica y de una época histórica. Sin una uva de primera este vino no sería posible. Y sin unas manos artesanas tampoco. Y allá las hubo.