Aunque le teníamos muchas ganas a esta botella, no hemos tenido suerte. El corcho roto en mil pedazos ya nos ha hecho presagiar la tragedia.
Una vez fuera y servido en la copa, nos encontramos con un color caoba con reflejos anaranjados mucho más avejentado de lo que cabría esperar en un vino con 17 años. La textura es turbia y muestra poso.
La nariz mejora algo con el aire, pero sin terminar de aclararse. Hay monte bajo, cáscara de naranja, Cognac, panadería, tostados y botica.
En boca observamos ese mismo batiburrillo, pese a que conserva acidez el paso está cansado.
Final licoroso.
Una pena. De todas formas, estos vinos naturales con cierta edad son como disparar con una escopeta de feria. A ver si a la próxima...