Dorado intenso limpio y brillante.
Nariz intensa, compleja, encantadora y embaucadora. Este vino es puro mar, puro yodo, salitre, brisa marina, frutos secos, especias, ahumados, toques que nos recuerdan en ocasiones a un malta de Islay. Igualmente percibimos herbáceos y balsámicos, aceituna verde y una marcada sensación mineral. Me encanta oler este vino, es uno de esos que te transportan a su lugar de origen.
Y si en nariz es una maravilla, qué decir de la boca. Aquí es un portento de fuerza y elegancia, vino amplio y concentrado, seco, con ese carácter sápido de los vinos de Miraflores, lleno de fuerza y longitud, dejando en el final de nuevo las sensaciones de frutos secos amargos y los recuerdos marinos, con una larguísima persistencia. Se queda en el paladar y en la memoria.
Una saca más nos ha vuelto a impresionar esta manzanilla, la mejor de cuantas conocemos, digna heredera de esas míticas Guitas Pasadas de los años 50 y 60, incluso con la saca reciente ya muestra todo el nivel que atesora, es un vino con una fuerza que arrasa y con una verticalidad arrolladora. Guardamos algo de las primeras sacas (20, 40 y 50) y su evolución está siendo fantástica. Uno de los mejores vinos del mundo.