Evolución asintótica hacia la elegancia

Vuelvo a catar este vino después de varios años sin hacerlo. Se trata de un vino de la añada 2009, de Moscatel de Alejandría de las sierras malagueñas de la Axarquía. Un vino impregnado de terruño, que evoluciona hacia un perfil refinado y elegante, dejando atrás la jovialidad con la que se exhibía en sus primeros años y agradeciendo la madurez que los años de botella le han aportado en forma de profundidad de aromas y equilibrio.

Sigue presentando un color amarillo pajizo, sin el más mínimo atisbo de evolución hacia tonos más intensos. Seguro que ha debido de influir en ello su cierre, con ese característico tapón de cristal que es ya seña de distinción de los vinos de Bentomiz. Tiene brillo y aspecto vivaz y juvenil.

En nariz se presentan en un primer plano los aromas terpénicos, con recuerdos de esencias florales de flores blancas marchitas y aceites esenciales, sobre una paleta aromática compleja, elegante y sugerente donde destacan los recuerdos dulces de mieles de flores y cítricos de limón y pomelo amarillo, sobre un fondo estival de heno seco y pipas frescas de girasol. Con la aireación, las notas florales se impregnan de frescura primaveral y surgen entonces aromas frutales de carácter más tropical, con pinceladas de notas de piña verde.

En boca el vino es un manantial de elegancia y finura. Cremoso, con una textura grasa y sedosa, el vino es de una frescura penetrante que está soportada por una acidez perfectamente integrada y afinada, aunque también por las notas amargosas tan típicas de este varietal y, más aún, por esos recuerdos de terruño de pizarra que son omnipresentes en los vinos que elabora esta bodega. Con un final fino y armonioso, de muy buena longitud, que deja recuerdos de flor blanca ajada y pomelo amarillo sobre pinceladas de miel.