Dicen que fue en esta cálida añada cuando François Jobard dejó de elaborar sus vinos pasando el testigo a su hijo Antoine. Con el cambio las etiquetas se modernizaron. Al parecer también el estilo, pero a mí las últimas botellas que he probado me siguen gustando mucho.
Amarillo claro, muy joven en fase visual. Limpio y brillante.
Abierto aromáticamente desde el descorche. Pomelo, hinojo, anisados, pimienta, mantequilla, frutos secos, ahumados y una gran dosis mineral.
Boca entera y compleja, con un paso voluptuoso y una notable acidez. La madera se muestra todavía marcada pero no esconde nada. Hay mucha materia. Sabores nítidos y expresivos.
Final largo.
Un Meursault con ocho años que se encuentra en plena forma. Me ha parecido un claro exponente de lo que debería ser un vino arquetípico de la zona: empuja, tiene longitud, volumen, matices herbáceos y lácteos y muestra presencia de barrica pero no carga debido a su gran frescura. Grande Jobard.