Primera visita al local low cost de Camarena (Central Bar aparte) y sensaciones contradictorias.
El local: entiendo que a cierta gente le pueda gustar pero a mí me resultó artificial, como si formara parte del parque temático Heineken. O como esos pubs irlandeses que pretenden ser añejos pero están montados en serie.
Para empezar probamos lo que en la carta aparecía como burrito de cochinita (9,5 €), aunque en el ticket lo cobraron como wrap de pollo). Bien de sabor pero falto de temperatura, salió a la mesa templado, sobre un platillo de pizarra y huérfano de acompañamiento. Una presentación pobretona.
Más tarde tomamos el arroz de caracoles sin caracoles (9,5 €), presentado en una olla. El arroz (¿sería carnaroli?) estaba perfecto de punto, pero tenía cierto regusto a pimentón quemado, una pena. El plato venía coronado por un carpaccio de panceta que no aportaban nada al conjunto, ni gastronómica ni visualmente.
El curry rojo (13,5 €) que probé más tarde estaba muy conseguido, pero al igual que en el caso del burrito salió más que templado. También eché de menos algún tipo de acompañamiento. Con un poquito de arroz hubiera bastado para que el plato ganara en presencia. De todas formas fue el mejor de los principales.
El postre fue el melocotón espectacular (7,5 €) (en la carta aparecía así), que realmente hace honor a su nombre. Es un postre digno de estar en el restaurante gastronómico de Camarena: un falso melocotón relleno de helado de vainilla y fruta de la pasión, todo ello con el toque crocante de la galleta. Lo mejor de la comida.
Para finalizar, un carajillo servido en copa de Martini (4,5 €). Al servirlo se nos advierte de que no debe agitarse ni añadírsele azúcar. El primer sorbo es el de un café solo, sin más, y a medida que nos vamos aproximando al fondo de la copa la cosa se va endulzando y van surgiendo efluvios cítricos (¿jengibre?) mientras explota en la nariz el alcohol, rotundo y meloso.
Este carajillo lo pedí al ver que lo servían en otra mesa pero no lo trajeron de la barra desde donde salía el resto de las viandas por lo que me quedé con la duda de saber si formaba parte de la carta del contiguo Ricard Camarena, pues la camarera no tenía muy claro a lo que me estaba refiriendo...
Tomamos cerveza, así que no puedo valorar el servicio del vino.
El pan que sirven (o imponen, mejor dicho, como en el 99% de los sitios) no valía nada, reseco y mediocre.
Mi conclusión es que es un local que está bien, una opción a considerar si estás por Ruzafa, pero con una RCP excesivamente alta. Se paga el apellido Camarena.
Del mismo modo que en Malkebien salgo dándole gracias al cielo por haber descubierto un local así, Canalla Bistró me deja tibio, como el curry rojo y el burrito.
Así que ni tan canalla ni tan bistró.