Restaurante El Charolés en San Lorenzo de El Escorial
Restaurante El Charolés
País:
España
Provincia:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
55,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
66 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
5.3
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
3.7
Comida COMIDA
7.0
Precio medio entorno ENTORNO
7.5
RCP CALIDAD-PRECIO
4.7
Opiniones de El Charolés
OPINIONES
3

Estoy de acuerdo con las valoraciones que se han hecho del cocido del Charolés. Es sin dudas de los mejores que he probado en Madrid. En esta última ocasión, optamos por algo más fresco debido a las temperaturas y compartimos una ensaladilla imperial (ensaladilla rusa con salmón), una ensalada de marujas (pamplinas para los amigos) y un chuletón para los tres que estábamos. Para maridar 3 cervezas y un rioja Cune 2001 formato magnum de litro y medio. Sin postres ni café. Lo mejor de todo sin dudas, la ensalada de marujas. El servicio de vino bastante deficiente pues la botella no estaba atemperada. Las copas eran pequeñas y pedimos en tres ocasiones que las cambiaran, pues también estaban sucias. Las lavaron y resuelto. Pagamos 80 euros por el chuletón y 75 euros por persona, lo cual me parece desproporcionado. Sólo lo recomendaría para comer cocido.

Se pretendía decir hasta luego a un compañero de trabajo que se va a hacer durante unos meses las "Americas". Estos compañeros siempre critican ó hablan con sorna de mis gustos por la gastronomía más sofisticada. Por lo que tomé la decisión de organizar algo castizo, clásico, y decidimos ir a tomar el cocido al Charolés en San Lorenzo de el Escorial.
Habíamos repasado los vídeos de Echanove, de Jose Andrés y de alguna forma te dices a ti mismo..." nada todos esos platos que sacan son para que se vena por la tele...." pero ya os avanzo que no es así, que estamos ante un cocido pantagruelico, desbordante, único,leonino en el sentido de realizar una comida en una semana.

Restaurante con servicio clásico, en su justa medida la cercanía al cliente, y comandado por un jefe de sala-dueño que sienta cátedra, y te hace sentir muy cómodo.

El cocido tiene los siguientes pasos :

1. Guindillas y cebolletas.
2. Patata y chorizo.
3. Sopa con un fideo más bien gordito y algún garbanzo.
4. Garbanzos, zanahoria dulce (recolectada hace menos de 48 horas), repollo, patata y grelos. Estos últimos impresionantes muy tiernos, suaves, cortados en juliana....realmente deliciosos. Los garbanzos recomendaban que les acompañáramos con un muy buen aceite de Baeza. También trajeron una salsa de tomate, le dieron el calificativo "como la de las abuelas" que estaba exquisita y adereza con comino.
5. A continuación te ponen en la mesa todas las bandejas con las "carnes": Codillo, tocinos (ahumado y natural) el natural creo que de Verin (muy rico); tuétano; morcillo; gallina. Una pequeña bacanal culinaria, casi medieval en cantidad, menos mal que el escenario es elegante....

De las carnes intentamos probar un poquito de todo, a destacar el tocino de Verin, el morcillo y el tuétano que te lo sacan del hueso con finura y maestría. El tuétano me trae recuerdos familiares...; me recuerda como mi padre y hermano disfrutaban de este manjar no recomendado para paladares demasiado finos.
Durante la ingesta de las carnes, seguimos acompañándolas de garbanzos que resultaban muy suaves, y que con el aceite ganaban bastante.

EL cocido termina con una ensalada para desengrasar y ayudar a realizar la digestión, ensalada de una especie de brotes, tomate, granada, y aderezada con aceite y pimienta.

Carta de vinos, clásica y de precios elevados, vino de la casa Cune Reserva a 29 €.
Sin postres, es imposible llegar, café con hielo y espiritosos (12 € GT de Marcas Premium).

Una experiencia recomendable, en un buen marco, con un gran servicio, que demuestra que cualquier plato, guiso se puede llevar a su máxima expresión con productos de primera calidad, y buscando al excelencia en cada uno de los platos.

VOlveremos..

Acudo a El Charolés tres o cuatro veces al año. Emplazado en la calle Floridablanca, tiene también entrada en otra calle trasera. La decoración es tradicional y rústica, con gruesos muros de sillería, biombos de madera que separan diferentes ambientes en el salón de la planta de arriba, y bóvedas de cañón en la planta baja. Las mesas son amplias y hay suficiente separación entre ellas. El servicio es de vieja escuela, educado, amable y estudiadamente distante, con un equipo que prácticamente no ha cambiado desde hace años.
La cocina es tradicional de mercado, con una excelente materia prima. Magníficas carnes con D.O., pescados y mariscos. Dependiendo de la temporada tienen distintos platos que no suelen cambiar de año en año. Fresas, alcachofas y espárragos en primavera, el mejor de los gazpachos, crema de melón, ensaladilla rusa y ventresca de bonito con tomate en verano, todo tipo de setas y trufas en otoño, y mariscos y angulas en invierno.
Capítulo aparte merece el cocido madrileño. Para mi el mejor de toda España. Empieza sin fecha fija cuando empieza a hacer frío, cada uno de los ingredientes está cuidadosamente seleccionado, y todos ellos conforman un exquisito, aunque interminable manjar. Al final, y para "desengrasar" tan copiosa comida, te sirven una ensalada de refrescantes berujas que facilitan la digestión.
Los postres son caseros y te los suelen servir con una bola de helado. Destaco el tocinillo, las natillas, las torrijas, la tarta de arroz con leche y la leche frita. Todos ellos te los acompañan con una copita de moscatel.
El servicio del vino es el mayor pero del restaurante; no disponen de sumiller, y las copas son pequeñas. La bodega es tradicional, con unas sesenta o setenta referencias en total: tintos clásicos riojanos de buenas añadas, una buena lista de Vega Sicilia, Valbuena, Protos y Pesquera. En blancos algún albariño y una selección de champagnes reputados.
Si no nos decidimos por ningún vino, podemos decantarnos por una sangría absolutamente espectacular, elaborada según anuncian con uvas dulces, aunque cuando les preguntas qué es lo que lleva, se ríen socarronamente y evitan darte una respuesta.
Algo destacable tanto en la comida como en la bebida es el absoluto control de las temperaturas. La cerveza (Mahou) te la sirven de tercio completamente helada, el gazpacho en verano, de frío que está te congela la garganta, y los platos calientes están a la temperatura adecuada, nunca te abrasan la lengua.
Como curiosidad, al final de la comida o la cena, te obsequian con curiosos regalos, tales como mandiles, mecheros, peines, abanicos, sombreros, espejos... personalizados con el nombre y el logo del establecimiento.
Te regalan dos horas de estancia en un aparcamiento cercano. Se permite fumar en todo el restaurante.
Restaurante caro, de grandes raciones con sabores sabrosos y de toda la vida. Ideal para ir a comer un frío sábado del mes de enero, o para cenar en su terraza con vistas al Monasterio en una fresca noche del mes de julio.

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