Como la cosa iba de italianos (mis hijas llevaban ya tiempo pidiéndonos ir a comer pizza o pasta) se trataba de elegir uno del que tuviéramos buenas referencias, pues, al menos en Vitoria, en este tipo de establecimientos abunda la mediocridad. Por ello tuvimos claro desde el principio que el sitio más adecuado era el Dolomiti, que tiene el atractivo además de contar con una oferta gastronómica más amplia que la típica en este tipo de restaurantes. Llamamos de víspera, pues los fines de semana el lleno está garantizado, y encontramos mesa por los pelos.

Pedimos lo siguiente para compatir dos adultos:
- Ensalada de pasta fresca con langostinos, salmón y salsa rosa (13,4€): sin ningún mérito. Me dejó indiferente.
- Risotto de huerta (13€): se trataba de un arroz con productos vegetales, como espárragos verdes, berenjena y tomate, de textura cremosa y buen sabor. He comido risottos muchísimo mejores, pero este no estaba mal.
- Rabo de buey (13,1€): bastante bueno, sobre todo por el sabor, aunque le faltaba todavía tiempo de cocción. Aún así, se dejaba comer y fue lo mejor de la comida.
- Goxua (5,1€): me pareció de elaboración industrial, como los que venden en cualquier panadería de Vitoria. Sin virtudes ni defectos.
- Tarta de manzana (5,1€): infame, se quedó a medias. La tarta en sí, que no estaba mal del todo, estaba inexplicablemente acompañada por unas nueces y regado todo el conjunto por un buen chorro de caramelo líquido industrial.

La verdad es que no fue una comida memorable, si bien a mis hijas las pizzas que se pidieron les encantaron. Probe un trozo y estaba buenísima, así que para la próxima, si volvemos, pizza para todos.

Para beber pedimos una botella de Viña Ardanza Reserva 2004 (22€) y como colofón un par de cafés solos.

En el precio medio nada más incluyo lo de los adultos.

Este restaurante abrió sus puerta hace casi 30 años, de la mano del ex-ciclista local Paco Galdos, una de las figuras más destacadas del Giro de Italia en los años 70. El local, situado junto al céntrico Parque de La Florida, ha sido reformado hace muy poco, con lo que se ha ganado en espacio, comodidad y elegancia. Aunque se trata de un restaurante de cocina italiana, en la carta aparecen también propuestas de otro tipo, como asados (disponen de horno de leña), platos de la cocina local, etc. La carta de vinos, centrada en los riojas, es muy corta y no menciona las añadas. Las copas no son las mejores, pero pueden servir.
La comida, para cuatro personas (dos niños), consistió en las siguientes raciones, todas ellas de buen tamaño:
-Ensalada de perdiz sobre tomate confitado (13.60€): normalita
-Fetuccini a la bolognesa (9.70€): buenos
-Risotto nero di sepia (15€): muy buen sabor y cremosidad, aunque el arroz estaba quizás algo pasado
-Pizza de bacón (13.10€): muy buena (las pizzas en este local son excelentes)
-Solomillo a la barbacoa (18.10€): pieza de buen tamaño, tierna y en su punto
-Tiramisu (5€): empalagoso
-Canutillos de crema (4.80€): buenos
Para beber, tomamos un Baigorri crianza 2006, que acompañó bien la comida.
El servicio es amable y eficaz. Imprescindible la reserva en fines de semana, pues se llena casi siempre.