Después de consultar un par de recomendaciones decidimos ir a comer a este precioso restaurante situado en las entrañas de las murallas de Beaune.

El local es, como su nombre indica, una cava subterránea sostenida por arcos de piedra. Espectacular. Ambiente muy agradable.

Respecto a la comida, tomamos el menú bourguignon. De primero comí un huevo "en meurette" (huevo escalfado en una salsa con bacon, cebolletas y champiñones con vino tinto), sabrosísimo, para mojar kilos de pan, y unos caracoles a la borgoñona, muy ricos también. De segundo, cómo no, "boeuf bourguignon" bien acompañado de un "écrasé" de patata. Carne tierna y jugosa, muy bueno. Para acabar la comida tomé una especie de queso cremoso a las hierbas, lo más flojo de la comida (podía tomarse también con azúcar, que igual me hubiera convencido más).

Respecto a la carta y el servicio del vino poco que añadir a lo dicho en otros comentarios. Carta muy extensa e interesante y servicio atento en todo momento a rellenar la copa. Precios muy comedidos tratándose de Francia. Tomamos una copa de cremant de Borgoña y una botella pequeña de Puligny-Montrachet de Domaine Ramonet 2009

Respecto al precio, 2 adultos y una nena de 3 años, unos 80 € si no recuerdo mal. Buena RCP.

Si algún día vuelvo por la zona, seguro que repetiré. La carta tiene un montón de platos que han de estar muy ricos y los platos del día tampoco tenían desperdicio.

La web tiene un montón de información (http://www.caveau-des-arches.com/), cartas con precios detallados, fotos...

Para acceder a esta especie de cava hay que descender unas escaleras que llevan a una estancia de techo abovedado. El entorno es inmejorable, una verdadera preciosidad de restaurante en la que las cómodas sillas y mesas, la distribución de las mesas y un exquisito personal especializado, ponen la guinda al excepcional escenario.
Cocina con raíces centrada en la región borgoñona donde no faltaron los caracoles de perfecta presentación y factura, un parmentier de pato, sin lugar a dudas, el mejor que he comido, salseado con una reducción de vino de Pinot Noir y un puré de patatas. Plato de quesos para continuar y una crème brûlée de postre. No solo todos los platos eran exquisitos, sino que todo este festín costaba 26€, sin lugar a dudas, una RCP extraordinaria que hace que te acuerdes de lo mal acostumbrados que estamos en España.
La carta de vinos es excepcional, a precios irrisorios y con una selección de la región extraordinaria, donde no falta ni uno solo de los míticos productores. Tomamos una copa de cremant de la Borgoña, perfectamente servido en su copa y un Chassagne-Montrachet Morgeot Premier Cru 2001 de Domaine Romanet.

¿Qué más se puede pedir?

El chef de origen normando Marc Gantier desarrolla una excelente cocina de mercado que refleja en general muchos platos de la gastronomía francesa y por supuesto de la gastronomía local, como los “caracoles al ajo y avellana” o los “huevos en ‘meurette’” (meurette se aplica en Borgoña a toda preparación hecha a base de vino tinto). Local atractivo bajo los arcos de una edificación medieval, sumisos y con buen aprovechamiento del espacio sin que la proximidad con las otras mesas sea excesiva. Personal atento y simpático. Muy buen café (lo que no es común en Francia), en concreto Illy. Carta de vinos literalmente de ensueño, centrada (lógicamente) en la Borgoña. Buenas copas. Si a ello le sumamos que se encuentran varios menús por debajo de los 30 euros…. (elegimos uno de 26€ variado y abundante) … acaba resultando ser una opción espectacular. Imprescindible si se visita la Borgoña.