Imprescindible si se visita la Borgoña

Para acceder a esta especie de cava hay que descender unas escaleras que llevan a una estancia de techo abovedado. El entorno es inmejorable, una verdadera preciosidad de restaurante en la que las cómodas sillas y mesas, la distribución de las mesas y un exquisito personal especializado, ponen la guinda al excepcional escenario.
Cocina con raíces centrada en la región borgoñona donde no faltaron los caracoles de perfecta presentación y factura, un parmentier de pato, sin lugar a dudas, el mejor que he comido, salseado con una reducción de vino de Pinot Noir y un puré de patatas. Plato de quesos para continuar y una crème brûlée de postre. No solo todos los platos eran exquisitos, sino que todo este festín costaba 26€, sin lugar a dudas, una RCP extraordinaria que hace que te acuerdes de lo mal acostumbrados que estamos en España.
La carta de vinos es excepcional, a precios irrisorios y con una selección de la región extraordinaria, donde no falta ni uno solo de los míticos productores. Tomamos una copa de cremant de la Borgoña, perfectamente servido en su copa y un Chassagne-Montrachet Morgeot Premier Cru 2001 de Domaine Romanet.

¿Qué más se puede pedir?

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