Comer en Restaurante Parra, representa estar a gusto, comer bien y tener la plena seguridad que sus anfitriones Paco y Tere, harán todo lo posible para que comas a gusto, satisfecho y quedes con ganas de volver a visitarles.
Cuando eres cliente del Restaurante Parra, te das cuenta rápidamente, que además de comer muy buenas viandas excelentemente cocinadas Tere y Paco, sus dueños se interesaran por ti y cuidaran que el ir a su casa, sea algo mas que un trato mercantilismo de comer, pagar y adiós.
Mención especial a su forma de preparar el corderito lechal, ya que además de la melosidad del cordero, se suman unas patatitas cortadas a dados que le dan un aire distinto a lo que estamos acostumbrados en los asadores de la zona. Creo que se trata del plato estrella de este agradable lugar.
Buenos pescados, buenas propuestas para hacer un buen aperitivo y a pesar de que tienen una extensa carta de postres caseros, no he conseguido pasar del flan, una autentica obra maestra.
Somos catalanes afincados en Manzanares el Real y cada vez que tenemos visita de algún paisano nuestro, lo tenemos como referencia obligada. Una autentica garantía de quedar bien con tus amigos.
Buenos productos, buenos vinos, trato cordial y cercano, servicio correcto, precios contenidos y ganas de volver, ese sería el resumen que yo haría del Restaurante Parra.

Restaurante tipico de la Sierra madrileña con escasos recursos, buen corderito y poca cosa mas, servicio justo y escaso de profesionalidad.
No sales descontento por su contencion en los precios

Establecimiento tipico castellano clásico con dos salones donde no se puede fumar (que gozada). La carta está basada en los platos de siempre, y la corta carta de vinos la forman riojas clásicos, riberas y dos vinos de Madrid: Tagonius y Grego roble 2006. Nosotros pedimos un Balbas Crianza 2004 a un precio bastante razonable: 15.45 euros aunque la temperatura no era la adecuada. La comida tuvo dos partes bien diferenciadas, primero una ensalada de almadraba con almendras y tomate raf, pero lo que predominaban eran canónigos que no aparecia en la carta como componente del plato, la almadraba era un salazón y el tomate raf era escaso. En cambio, los segundos fue otra cosa: pierna y paletilla de cordero lechal asadas, en su punto, tiernas, sedosas, jugosas, muy ricas. Postre clásico también: tarta de queso con arándanos, sin más.

Un lugar agradable, casi familiar, a pocos pasos del Castillo de Manzanares, en mitad del pueblo.

Buen servicio, personal amable y dispuesto.

Raciones impresionantes y a un buen precio. A destacar el chuleton de buey, casi un kilo de carne tierna y sabrosa, al punto perfecto (roja por dentro y tostada por fuera) También preparan paellas, y por el trasiego de clientes que la tenian encargada para llevar, no deben de estar mal.

Carta de vino basada en Rioja y Ribera, con alguna excepción como Tagonius Crianza 2003 (D.O. Madrid) al increible precio de restaurante de 16 euros (en tienda ronda los 13) La unica pega es que los mantienen en un gran botellero al aire, en el salón, lo cual se resolvió sin problemas con unos minutos de "camisa de hielo". Copas grandes, si bien no especialmente finas.

Anecdota final: al pedir el enfriador el camarero no pudo dejar de emitir (sorprendido) el conocido dicho "Está a la temperatura ambiente" (unos 23-25 grados que había en el salón), aunque profesionalmente cumplió mi solicitud (sonriendo) con el comentario "Claro, a usted le gusta a temperatura más baja de lo habitual".

Tres personas, poco más de 80 e