Restaurante La Piedra en Zaragoza
Restaurante La Piedra
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:

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Precio desde:
32,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
32 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
5.5
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
4.0
Comida COMIDA
7.0
Precio medio entorno ENTORNO
5.0
RCP CALIDAD-PRECIO
7.0
Opiniones de La Piedra
OPINIONES
2

Acudimos a este restaurante por consejo de unos familiares pensando que era un negocio nuevo y cual fue nuestra sorpresa cuando nos dicen que llevan abiertos casi 15 años. La de veces que habré pasado por ahí, por la calle Cortes de Aragón, muy cerquita del Campus. Claro que, echando cuentas, me vuelvo a sorprender, pues llevo fuera de mi querida Zaragoza la friolera de 16 años. Qué vértigo.

Un local pequeñito, íntimo y acogedor, decoración discreta e iluminación ténue.

La carne, como su nombre ya pretende sugerir, está protagonizada por las carnes “a la piedra” (chuletón, solomillo, presa) pero tiene alguna cosita más de segundo, y de entrantes hablamos de ensaladas, verduras de temporada a la plancha, foies y las famosas “piedritas”.

Tomamos, todo para el centro:

Ensalada templada de tomate con setas, bacon, vinagreta de cebolla, queso feta y rúcula
Piedritas
Chuletón a la piedra
Variado de tartas caseras

Satisfactoria experiencia: muy agradable esa ensalada tan variada, bien aliñada; las piedritas resultaron ser unos trocitos pequeñitos de patata, como en gajos irregulares, creo adivinar que previamente asadas y posteriormente envueltas en un consistente y crujiente rebozado, acompañadas por una cremosa salsa de queso con algo de azul entre sus componentes; el chuletón, correcto género justo de maduración, que te lo terminabas tú, es fácil de adivinar dado el nombre del establecimiento, en una piedra que sacaban al centro; y las tartas, queso y manzana, muy caseritas.

De bebercio, un resultón Glarima 2013 de Somontano, coupage de chardonnay, sauvignon blan y gewurzt y un tinto de la tierra de excelente RCP, Evohé garnachas viejas 2013. Sin mimos en el manejo de este apartado.

Quien nos recomendó el restaurante nos insistió en que no dejáramos de tomar un gin tonic. Nosotros, como somos muy obedientes, pues tomamos unos gts. –“¿Cómo os gusta, seco o dulce?” – “Pues uno de cada, así probamos los dos”

El “seco” era Pink 47 con Nordic azul y llamativo y largo twist de limón, y el “dulce” Mombasa con Fever y llamativo y largo twist de naranja. Bien preparados ambos, estaban muy ricos, y ello pese a que tuve que reponerme a mi disgusto al ver esa Nordic azuloide…

Pero no pudimos disfrutarlo.

Bien es cierto que nos habían avisado que había dos turnos; bien es cierto que nos habían avisado que nos ponían el gt pero que sólo teníamos 10 minutillos; pero bien es cierto también que qué rabia me da esto de los dobles turnos.

Tienen dos turnos, a las 21’00 y a las 23’00, como tantos sitios ahora. Nunca sé que hacer ante esta disyuntiva. Siempre he preferido cenar temprano, pillas al servicio y a la cocina fresca, el local está puro todavía, puedes estirar la cena sin que se te llegue a hacer muy tarde, no tienes que esperar para entrar a que se vayan los anteriores… Pero claro, si te tienes que ir a las 23’00 únicamente tienes dos horas para cenar. Y eso, para cualquier amante de la gastronomía, se queda corto. Y a las 23’00… pues me parece demasiado tarde.

Total, que nos quedamos con las ganas de disfrutar esos gts tan bien puestos y de charlar un ratito en ese entorno tan grato tan y con esa compañía tan entrañable.

Entiendo que tienen que ganarse la vida, que tienen pocas mesas… Pero yo, como soy libre y tengo muchas ganas de disfrutar sin prisas y mucha oferta que me lo permite, voy a dejar de ir desde ya a los lugares con doble turno y hora fija de salida. Me lo pensaré muy muy mucho antes de ir a un restaurante con este sistema.

Hay que decir que la primera impresión que te llevas del local, es cuando menos de curiosidad. Para empezar es un local chiquitín, con una barra que va desde la puerta hasta el fondo de la sala, con lo que te quedas con la idea de que el local ha sido reorientado hacia la restauración, cuando empiezas a prestar atención a los detalles, ves como a pesar de hacerlo con modestia, sí que lo han hecho con bastante acierto, desde el doblado de servilletas, hasta las flores naturales, pasando por los caminos de mesa/individuales que decoran cada mesita, y todo con un aire bastante ¿juvenil?, pero sin duda medido (o esa impresión da), hasta el último detalle. Si hubiese que encontrarle un pero, sería a las sillas, que al ser plegables, de tela y banqueta corta resultaban ligeramente incómodas.

En cuanto a la carta, creo que hace juego con la "identidad" del local, platos sencillos, con un ligero toque más curioso, y orientados a ser compartidos, y en el que los segundos encabezan las carnes a la piedra, ya sea mediante el chuletón, el solomillo, o el solomillo de ibérico. En nuestro caso, pudimos probar Las virutas de foie con selección de sales (rosa del himalaya, marina de madagascar, y pimienta), que a pesar de no aportar gran cosa dichas sales, sí que le conferían cierta originalidad, y no desviaban la atención del Micuit (16 €), unas Piedrecitas con salsa de queso, lo cual eran piedras asadas y fritas con un paso por sal maldón antes de su rebozado, lo que le daba un textura especial, y que realemte estaban muy ricas, casi que te hacían ignorar la salsa de queso (¿cabrales) que no estaba totalemnte conseguida, y quedaba un poco desligada, y que sin ser horrible, desentonaba ligeramente con el resto de la comida. Y ya para terminar, una Ensalada de confit y jamón de pato y aliño de frutos rojos, que la verdad es que a pesar de su sencillez, estaba también bastante sabrosa. Ya como plato fuerte, nos decidimos directamente por las piedras, primero un poco de solomillo de ibérico (entero) para entrar en faena (buen genero), y para continuar con un chuletón (muy rico también en sabor y en ternura) igualmente a la piedra, una pieza en el primer caso, y 5 raciones en el segundo. Todas las raciones generosas, que hicieron que sobrase incluso un poco de chuletón. Si tuviera que ponerles un pero (bis), sería que las piedras se enfrían con extrema velocidad (quizás demasiado finas), y para aquel que le guste la carbe más hecha (que los hay), necesitaban pasar por dos de ellas. Otro detalle a mejorar, es el tema de la extracción, que al estar muy orientado a las carnes a la piedra, al ser un local pequeñito de techos no muy altos, puede congestionarse un poco de humos.

Servicio atento, carta de vinos bastante floja, corta, tópica, típica, que realmente no me resultaban demasiado atractivas las referencias, por muy conocidas, o conocidas pero no muy ilusionantes, al final me decanté por un Quinta de Tarsus, que no había probado aun. Tuvieron un gran detalle al abrir una botella expresamente para servirnos un par de copas, y sólo cobrarnos éstas, este detalle no muy común, para mí les hace subir valoración en cuanto al tema de vinos.

Para terminar, hacer dos apuntes, el primero es que es imprescindible reservar. Lo había intentado hacía tiempo, para ir a cenar un fin de semana, y durante la propia semana, me había resultado imposible, ya que estaba completo a pesar de contar con dos turnos. Y de hecho, mientras comíamos este último sábado, entró una pareja para intentar reservar para el próximo fin de semana, y estaban ya completos.

Resumiendo, muy contento con el sitio, y sin duda repetiré, pero como digo muy orientado a un público más joven, y a unos precios razonables (total 175 € de 5 personas, con postre todos, cafés, copa para uno y chupito para otro), por calidades y por cantidades. Con humildad (servilletas de papel, pero bien escogidas), pero muy bien trabajado todo, sabiendo lo que quieren y como lo quieren. Gran RCP.

Nota: su comida es posible que esté entre el 5 y el 7. Pero bueno, es lo que tienen las puntuaciones.

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