Como no noté ningún cambio respecto al comentario anterior, obviaré la descripción del local, menaje... Esta vez el servicio fue algo mejor debido a que no había tantos clientes (mediodía de mediados de agosto) y no había tanto ruido. También nos sentaron en el comedor de la entrada. Imposible aguantar el calor en la terraza.

Almuerzo familiar. Empezamos con unas aceitunas correctas (entiendo que entran en los 6,40 € que nos cobraron por el "pan y servicio"). Pedimos:

- Bao relleno de salteado de col, tocino ibérico, requesón y huevo frito de cordoniz y trufa (5 €) - Suculento.

- Brevas con foie, queso de cabra y frutos rojos (7 €) - Contundente.

- Ventresca de atún semiahumada, salmorejo de tomate asado y huevas de trucha (4,80 €) - Muy sabrosa.

- Ensaladilla rusa con un toque de AOVE (12 €) - Diferente, aunque deliciosa.

- Flamenquín casero (9,50 €) - Nada que ver con los flamenquines congelados al uso que se suelen servir. Tampoco se parece a los de mi madre, muy tradicionales. Éste es diferente, con relleno de verduras, más ligero aunque sabroso.

- Huevos rotos (13,50 €) - Da gusto cuando el camarero conoce su oficio. De lujo.

- Gyozas de paletilla de cabrito y su guiso (12,50 €) - Me encanta esta cocina de fusión...

- Bolos de Málaga (5,95 €) - No los había probado nunca. Muy buenos.

De postre:

- Esfera de chocolate negro rellena de mousse de chocolate blanco (5,50 €) - Muy buena, aunque la pared de la esfera me resultó demasiado gruesa.

- Flan de queso (5,50 €) - Gustó mucho.

- Mousse de yogur (5,50 €) - No gustó tanto.

Para beber, dos botellas de agua de 1 l. (2,30 €/ud.), una botella de Louro 2018 (24 €) servido con su cubitera y unas copas correctas y una copa de PX Tradición VOS (9,50 €) que hubiese agradecido algo más de frío.

El pasado verano nos recomendaron este restaurante. A pesar de lo pequeño que es Jaén, en los casi 30 años que llevo visitándolo, nadie me había hablado de él. Una lástima.

Escondido en una calle en los aledaños de la Catedral, dispone de una pequeña terraza, un comedor interior también de tamaño discreto y unas pocas mesas en la entrada, frente a la barra. Ambiente familiar, de gente de posibles.

Decoración peculiar. Mesas de buen tamaño. Sin manteles. Servicio muy agradable y atento, aunque a ratos sobrepasado. Muy buena vajilla. Carta que mezcla recetas tradicionales con interpretaciones personales y algún toque asiático. Carta de vinos algo conservadora con precios x2 aprox.

Lamentablemente, apenas recuerdo lo que comimos. Me vienen a la memoria unas deliciosas gyozas, un excelente tataki de vaca, un steak tartar más que correcto y un cochinillo digno de cualquier mesón castellano.

Y también recuerdo el vino: un Recaredo Terrers BNGR 2008. Y es que no es habitual ver cavas de cierto nivel en Andalucía.

Y, después de varios meses, me quedan las ganas de volver. Y eso no suele pasarme muy a menudo últimamente.