Nos gustó mucho cenar en Latasia. Llevábamos muchas oportunidades perdidas, porque tienen una política de reservas muy estricta. Hay que dejar una fianza con tu tarjeta de crédito, por si no te presentas...supongo que aún hay mucho comensal desalmado que no se molesta en cancelar las reservas.
Un local de decoración modesta, de taberna sin pretensiones. Cocina a la vista parcial del público.
Una carta que requiere explicaciones del maitre, para intuir lo que se está pidiendo. Una carta de vinos muy rebuscada, demasiado, con ninguna botella por debajo de 20 euros, y con varios huecos en la carta: fallaron con el Altolandón, con el Rufete....al final, el buen Sentido de Bodegas Neo en Ribera.
Cobran caro el pan (2,50) y el agua (3,00), aunque el pan es de calidad.
CEVICHE LIMEÑO: extraordinario. muy conseguido. Deliciosos sabores cítricos.
ENSALADILLA RUSA: muy rica, con algún toque de huevas de pescado.
BOCADO DE LA REINA: unas láminas de carne roja macerada, deliciosos sabores.
CALLOS CON CURRY ROJO: nos encantaron. Mucho más ricos que en la tradicional receta 'a la madrileña'. Suavidad y cremosidad del curry, y con un picante bravo pero llevadero.
PIE DE LIMON CON MANGO: un postre bien servido, abundante, y con contraste de sabores refrescantes.
Una reconfortante experiencia gastronómica. Repetiremos para ir conociendo la carta..
Casi ya tres años desde la apertura en Madrid de Latasia. Los movedizos hermanos Roberto y Sergio Hernández después de batirse por las cocinas de medio mundo regresaron al foro para cocinar juntos. Componiendo una coalición de cocina de fondo conocido y presentaciones latino asiáticas. De esta forma se comprenden platos como el dumpling de conejo al ajillo, el siu mai de rabo de toro o los tiraditos de salmón y zamburiñas.
Se comienza con un tiradito de zamburiña. Molusco carnoso auspiciado y napado por una mezcla ácido-agria muy bien equilibrada. Un bocado amable, poco afilado y para todos los públicos. En una línea similar el bloody mary de pez limón con crema de aguacate, una especie de suavizado ceviche donde el tomate ha sustituido en proporción a la lima para conformar una línea de sabor benévola que resulta demasiado plana.
El tataki de presa ibérica parte de un corte excepcional de la vaca pegado a la cadera. Marmolado ibérico de una carne que se acompaña de nabo daikon, trufa y un suave ponzu del que no se debe abusar. EL resultado es notable percibiendo en boca la infiltración de grasa de la pieza.
A partir de este momento, pasaríamos de la cocina fría o templada a una cocina más apegada a la estación actual, comenzando por un dumpling de conejo al ajillo. Continente fino para un contenido suculento y condensando sobre el que se vierte un caldo clarificado que potencia el bocado. Así mismo, un siu mai de rabo de toro que se finaliza con un mole poblano. Pase trabajado y trabajoso en el que al guiso le sucede gustativamente el ligero amargor del chocolate presente en el mole. Ambos para comer directamente por docenas.
Cuando se encuentran las piezas del tamaño determinado (más bien tirando a pequeñas), en Latasia podréis encontrar oreja de cerdo confitada. Un producto que personalmente me encante por su gelatinosidad y esa textura de ternilla que según su cocinado puede convertirse en crujiente. En este caso, la consecuencia es un apéndice dorado, crepitante donde la ternilla tiene una menor representatividad. Gulesco para ser degustado en iteraciones numerosas.
A la oreja le seguiría, la cuchara a modo de pochas con curry de perdiz y setas. Legumbre de admirable tamaño, cocinada viuda y rematada con la especia hindú que adquiere cierto protagonismo. La perdiz acompaña en forma de pechuga y muslito sin ser actriz principal pero destacando por su punto de cocinado. Un destacado guiso que mejoraría con una mayor integración entre legumbre y pájaro.
Para rematar, el ramen de cocido madrileño. Raíces locales que se adaptan a formatos globales y de amplia presencia en demasiadas cartas, no siempre con el mismo sentido. En Latasia, existe claramente un hilo conductor y un origen a la hora de plantear su propuesta culinaria, en la cual se abraza la cocina y los ingredientes españoles con las formas de presentación de los platos de otras latitudes. En este caso el fondo del cocido, de nuevo de elevada suculencia donde se nota la presencia invisible de los garbanzos, es la base para el desarrollo del plato. El huevo a baja temperatura aporta más densidad al conjunto, las carnes se presentan en una textura muy agradable y el dumpling viene relleno de la ropa vieja del cocido y ligeramente marcado por los tonos ahumados del chorizo. Aplauso unánime para esta versión del cocido de inspiración asiática y corazón madrileño.
Sin duda Latasia durante los dos últimos dos años ha ganado en solidez y se ha afianzado dentro de ese grupo de espacios tabernarios donde se come de forma notable por un precio adecuado. Carta amplia que invita a compartir, a repetir visita sin reincidir en la comanda y que va sufriendo cambios a lo largo de la temporada. De lo degustado, claramente prevalece la cocina de guiso o caliente como el siu mai de rabo de toro o el suculento cocido madrileño a modo de ramen. En los platos fríos la exclusión de la acidez conduce alguna composición hacia cierta planicie gustativa. La oreja de cerdo confitada es otro de esos fijos a solicitar si es ofrecido fuera de carta.
Post completo http://www.complicidadgastronomica.es/2019/02/latasia/
Latasia: Una notable taberna glocal
Cocina: 7
Entorno: 6,5
Servicio del vino: -
RCP: 8
Tataki presa ibérica
Sumai rabo toro
Fecha de visita: 19/01/2018
Cena 6pax.
Precio por persona: 51 euros.
Comida 8.
Entorno: 7,5
Rcp: 8
Servicio: 7
Servicio del vino: 8
Lo mejor: El ceviche limeño, los dumplings de conejo y la costilla angus con curry verde.
Lo peor: La dificultad de elegir los platos para un comensal celíaco. El problema es que la mayoría de los platos de la carta llevan salsa de soja, pero no entendemos por qué no usan salsa de soja sin gluten para estos casos, es muy fácil de encontrar. Por lo menos en los platos en los que la salsa de soja se usa en el último momento, para saltear. Un fallo que no haya jarras de agua.
Viernes noche, 100% de ocupación y reservando con 10 días de antelación.
Local no muy grande, bonito y agradable, buena iluminación. La mayoría de las mesas ocupadas por grupos de entre 4 y 6 personas, algo de ruido, pero la acústica es buena y el ruido no impide una conversación en tono normal, quizás sería más difícil para una cena en pareja. La decoración es simple, pero me gusta, en especial el suelo que imita la baldosa hidráulica.
Mesas desnudas, sin manteles, ni tan siquiera individuales. Es cierto que le da un toque más informal y que disminuirá el gasto, pero a mí no acaba de convencerme.
Carta muy apetecible, recomendable para compartir todos los platos entre un grupo para probar lo más posible. Elección más limitada en nuestro caso al ser un comensal celíaco, con la cuestión antes comentada.
La comida nos gustó mucho, algunos platos muchísimo, otros menos, pero no había ninguno decepcionante, quizá el bocado de la reina, pero con la especialidad que luego comentaré. El servicio amable, más por parte del camarero, y buen ritmo de servicio de los platos. Buen pan, de centeno y blanco, que se cobra, junto con un sabroso aperitivo a 2,50 euros por persona. Merece la pena, porque es buen pan y porque es muy necesario para poder mojar en las riquísimas salsas. Todos repetimos de pan.
Pedimos los siguientes platos
-Ensaladilla rusa de chicharro marinado, camarones fritos y tobiko. Muy bien de sabor. En cuanto a la textura, para nuestro gusto un poco demasiado pastosa, nos gustan los trozos más grandes. Muy rica en todo caso.
-Ceviche limeño de ají amarillo. Uno de los platos de la noche, magnífico ceviche, con una salsa riquísima, bien fresca y refrescante, con un punto picante, pero que no enmascaraba el sabor del pescado, como pasa en muchas ocasiones. Muy bien.
-Dumplings de conejo. Plato no apto para celiacos. Buenísimos, para no parar de comerlos. Me recordaron al conejo y la zanahoria de Diverxo en sus comienzos. Otro de los platos de la noche.
-Alcachofas acevichadas con berberechos. El plato más normalito. La misma salsa que el plato anterior, pero en caliente. En mi opinión, en caliente la salsa pierde gracia y frescor y se hace más pesada. Las alcachofas con poco sabor. Bien, pero no para tirar cohetes.
-Arroz chaufa de mariscos con chicharrón de chancho. Rico, buen sabor, aunque en mi opinión le sobraba las vieras que aportaban poco.
-Callos con curry rojo. Muy sabrosos y bien picantes. Me gustó mucho este plato, pero quedó la duda en la mesa de si el curry realmente mejora un plato tan redondo como unos buenos callos.
-Costilla de Angus con curry verde thay. Sabrosísimo, con una carne con algo de gelatina que era perfecta para el plato, con un punto de picante, pero poca cosa al lado de los callos con los que se sirvió. Otro de los platos de la noche.
-Bocado de la reina a la parrilla con barbacoa japonesa y verduras salteadas. Debido a que el comensal celíaco no pudo tomar los dos platos “fuertes”, anteriores pidió este para él, pero según entendimos para hacerlo apto le quitaron la salsa, lo cual lo dejaba un poco plano.
-Torrija caramelizada y helado de caramelo salado. Riquísima.
-Recreación del bollo “bucanero” de nuestra infancia. Solo bien.
En cuanto a la carta de vinos, no muy larga, pero magníficamente seleccionada, daban ganas de pedir prácticamente todas las etiquetas. Optamos por un vino que me encanta que es el Trenzado de Suertes del Marqués a 23,50 (buen precio), un vino profundamente mineral que acompañó la cena a la perfección. El servicio del vino se limita a dar a probar y servir la primera copa. Antes dos copas de un muy buen amontillado de Juan Piñero y para terminar dos copas de Arimatxacolí de vendimia tardía que nos dejaron un poco fríos.
Un comentario aparte merece el tema del picante. Muchos de los platos eran picantes, algunos muy picantes como los callos. Es cierto que tiene lógica que lo sean por su origen asiático, pero no estaría de más una advertencia en la carta o al menos verbalmente al tomar la comanda.
En resumen, uno de los mejores restaurantes de Madrid en cuanto a comida de fusión asiático-americana. Muy recomendable. Aunque es una pena la gestión del tema del gluten. Repetiré seguro a probar el resto de la carta y a acabar las existencias de trenzado.
Tras lo mucho leído por estos lares sobre la apertura del nuevo Latasia, a manos de los hermanos ex-Chusquery, la visita se hacía más que obligada sobretodo teniendo en cuenta que la zona ahora es muchísimo más accesible y el local una maravilla comparado con el anterior.
Lo cierto es que la decoración está preciosa, con mesas bajas y alguna alta, una cocina pequeñita, maderas y todo pensado al detalle para que el comensal se encuentre cómodo: me encantan los ventanales enormes que estoy segura que llenarán de luz el restaurante cuando el sol esté en el cielo.
La carta es corta, con dos páginas que diferencian entre "Platos para compartir", rondando los 12€ todos, y "Platos Principales" sobre los 17€ aproximadamente, a los que se suman los especiales del día fuera de carta. El servicio es atento y simpático, siempre pendiente de las bebidas y el pan y la carta de vinos tiene buenas referencias siendo bastante variada.
Nos dejamos guiar por Sergio y Roberto y aunque les dijimos que no teníamos mucho apetito los platos fueron saliendo sin compasión para conformar un ágape en toda regla. De aperitivo comenzamos con un bocadito de ENSALADILLA sobre pan carasau, crujiente y rica, bien.
A eso le siguió el CEVICHE DE CORVINA AL AJÍ AMARILLO (15,25€) con un pescado de textura perfecta, buen sabor, una acidez muy suave y un picante totalmente desaparecido. Se acompaña con una crema dulce - demasiado para mi gusto - de batata. Así se comienza realmente bien. Nos sirvieron también una TOSTA DE CABALLA MARINADA (12,50€) complicada de comer ya que se desmoronaba por los dedos tras darle el primer bocado. El pescado estaba elegantemente cocinado y los sabores eran suaves.
Deliciosa y magnifica la MINI HAMBURGUESA con un contraste de pepino completamente acertado, estaba jugosa y perfecta. Me encantó.
También catamos la OREJA DE COCHINILLO crujientísima y las MOLLEJAS salteadas con setas todo ello con un punto dulzón fuertemente marcado y terminamos con su versión del CHILLI CRAB que, lamentablemente, dista mucho de lo que yo reconozco como tal pues no era más que una pasta de sambal en la base con un cangrejo de concha blanda en témpura encima y acompañado por unos panecillos al vapor y luego fritos.
De postre una TARTA DE ZANAHORIA desestructurada con muchos matices dentro del plato que hacen que la cena termine con una sonrisa.
Desde luego esta apertura pinta muy bien y es que ahora sólo llevan un mes abiertos, estoy convencida que poco a poco se irán perfilando los platos y el resto de los detalles para conseguir un restaurante al que el público acuda y disfrute, su éxito me alegraría muchísimo porque sus propietarios - y cocineros - son encantadores.
Cena sábado – mayo 2016
Como pasó con Bacira o Triciclo, la Chuskery era un proyecto de tres cocineros, Ángel Jiménez y los hermanos Hernández (Sergio y Roberto). Al final éstos últimos han separado sus caminos, Ángel se quedó en la Chuskery y hace apenas dos semanas, los hermanos han abierto un nuevo local en el tramo superior del Paseo de la Castellana, a la altura de Cuzco, que responde al nombre de LATASIA.
No es que vendan latas, el nombre del negocio es una combinación de las palabras Latinoamérica y Asia, su propuesta tiene influencia de estas dos cocinas, pues ambos tienen experiencia en restaurantes en Singapur y en Perú, en los que han conocido las técnicas e ingredientes que ahora nos ofrecen en sus platos.
No somos futboleros y se nos ocurrió reservar el día de la final de la Champions, llegamos, y como era de esperar el restaurante vacío, con este panorama nos dio corte pedir la carta y le dijimos a Roberto que nos pusiera lo que quisiera. Todo un acierto. Tras un aperitivo de unas excelentes aceitunas cornicabras nos pusieron (en raciones para compartir pero emplatadas individualmente):
- Dim-sum de conejo a la cazadora y langostino en tempura envuelto en panceta, buen comienzo.
- Coca de sardinas ahumadas con germinados. Muy buena.
- Orejas de cochinillo confitadas con salsa barbacoa coreana. Adictivas, este plato es una auténtica delicia.
- Ceviche limeño de corvina, al modo clásico, con cebolla morada, puré de boniato y canchita. Con el pescado cortado en trocitos más bien grandes, como a mí me gusta, y una leche de tigre nada ácida. Estaba extraordinario, de los mejores que hemos probado.
- Mollejas de ternera salteadas con setas de primavera. Sabor recio y contundente, imprescindible para fanáticos de la casquería.
Aquí nos plantamos, y les dijimos que nos pusieran algo fresquito de postre, que consistió en un pastel de limón con helado, rico y refrescante, que sirvió para desengrasar y bajar la comida.
Carta de vino corta pero con referencias interesantes, de la que escogimos un blanco de la Ribera Sacra “Brandán” de godello y treixadura, que acompañó muy bien todos los platos.
Atención excelente, explicación detallada de los platos y atentos a rellenar la copa. Pagamos por todo 66 euros, un regalo.
Agradable charla con Roberto y Sergio, en la que nos explicaron su proyecto y pudimos comprobar que tienen las ideas muy claras. Pues nos ha encantado este LATASIA, junto con Bistronomika, La Malaje o Angelita, nos parece que va a ser una de las sensaciones de la temporada. Esto sí que es cocina de fusión con fundamento y no lo que venden en algunos sitios. No tardaremos en volver a probar más cosas.
Sardina
Oreja de cochinillo
Aperitivo
Ceviche
Comedor
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