Restaurante Pairal en Castellon/castello
Restaurante Pairal
País:
España
Provincia:
Cód. Postal:

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Precio desde:
30,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
45 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
7.7
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
8.1
Comida COMIDA
7.8
Precio medio entorno ENTORNO
7.0
RCP CALIDAD-PRECIO
7.8
manzanilla
cava
blanco
fuera de menú
tinto
dukce
Opiniones de Pairal
OPINIONES
4

Recuperando la cita de marzo 2020 tras el paréntesis de la pandemia, de nuevo hay cita de los amigos de Castellón, con lo que "si me dices ven, lo dejo todo". Al final ocho comensales en esa maravilla de comedor privado del fondo de la sala, con una mesa redonda muy amplia y que aporta un plus y más ahora que hace tiempo que no nos veíamos entre nosotros. Algunos cambios profesionales en los comensales, todos a mejor (unos ascensos y otros jubilados) y muchas cosas a celebrar, entre ellas los 50 años de una de las mejores (quizás la mejor) cosechas del mundo del vino de España para hacer Grandes Reservas y que en aquella época era algo casi exclusivo de La Rioja; así que hubo prórroga para llegar al descorche del vino aportado (previo permiso de Juan).

En el local no hay cambios ni en lo estético ni en el fondo. Pactamos un menú y dejamos hacer en los vinos sabiendo que el interés era probar vinos poco frecuentes, vinos que al final fueron:

. Manzanilla Deliciosa en Rama  de Valdespino: muy elegante y un acierto. Otros optaron por vermuts o cervezas.

. Cava Alta Alella Laietà Gran Reserva Nature 2017 magnum: me gusta desde la bodega hasta la botella tanto que hubo problemas para llevársela, eso sí vaciada hasta la última gota. Fue elegido casi por unanimidad el mejor del encuentro.

. Blanco: Rebels de Batera 2019: un Terra Alta de garnacha blanca que cumplió con las que son más de blancos. Se quedó más de medio.

. Tinto: José Manuel Corrales Viñas Viejas 2019: un curioso tempranillo de DO Valdepeñas con 14 meses de barrica y que tintaba la copa como una garnacha tintorera de Almansa. Puede que sea lo único de Valdepeñas que compraría; me gustó conocerlo.

. Viejete: un Gran Reserva Faustino I de 1970: jubilados al poder. Con un corcho muy embebido que dió guerra, y una pérdida de volumen pequeña; tras decantarse (bonito modelo decantador) quedó apañadito, tanto en nariz como en boca, y al final nos lo acabamos del todo, algo que no esperaba porque a penas pudo dar tiempo a oxigenarse, pero nos permitió notar su evolución. Era mi última botella y mereció la pena compartirla con los amigos.

. Dulce: de Javier Sanz Dulce de Invierno 2018: un verdejo de vendimia tardía, muy gustoso.

El menú concertado fueron unos entrantes donde se aprecia que no solo hay producto en este local sino que también tiene buenas elaboraciones y emplatados, seguimos con un arroz en paella de capa fina y para cerrar un postre clásico en su versión propia. A saber:

. snacks: chips de verduritas: un elaborado industrial agradable para la espera.

. aperitivo: crema Vichyssoise: entona la mucosa gástrica y deja un transfondo de champiñón.

. ensalada de bogavante y vinagreta Thai: incluye guacamole con buena integración de productos sin excesos ácidos.

. lasaña de anchoas frescas marinadas con berenjena asada: lo más original, una sucesión de lomos de anchoa formando capas a modo de lasaña; bien de sabor. Recomendable.

. ravioli de vieira con espinacas, espuma de patata y jugo de carabinero: adorna una teja de queso parmesano; buen desarrollo de la idea, bien integrado y sabroso. Recomendable.

. gyoza de presa ibérica con verduras, salsa Tom Yam Kong y setas: una buena cocina de fusión, cebollita guisada con salsa tailandesa muy aromática y setas de primavera a la plancha.

. arroz rossejat de gamba, rape y calamar: capa fina, perfecto de cocción, buen sabor de fondo, buen punto de tostado sin pasarse; algo falto de tropezones a la hora de masticar sin que por ello se afectara el sabor; un buen alioli casero algo escaso. Muy buena elaboración de arroz.

nuestro Lemon Pie puesto al día: masa quebrada merengue al horno  crema de yogurt crema de limón salsa frutos rojos y fresas; hubo disparidad de opiniones pero bien en general en sus texturas y sabores en armonía. Quizás hubiera sido mejor opción el claufoutis, pero el calor del día invitaba poco.

. unas tejas de almendra con encaje (palitos de chocolate y naranja) muy gustosos, remataron junto a un buen cremaet y un ratito de sobremesa en buena compañía. Si antes valorábamos estos momentos, el confinamiento nos ha hecho ver la necesidad de aumentar los encuentros sea como sea.

  • manzanilla

    manzanilla

  • cava

    cava

  • blanco

    blanco

  • fuera de menú

    fuera de menú

  • tinto

    tinto

  • dukce

    dukce

En un pequeño y apartado comedor al fondo del local, en el que no hay cambios apreciables, una genial amplia mesa redonda nos ponemos los siete comensales. Muy pocas mesas ocupadas permiten casi un servicio en exclusiva en uno de los restaurantes emblemáticos desde siempre de la capital de La Plana.

En el apartado de vinos comenzamos con Príncipe Viana 2017 garnacha blanca de color subido muy fácil; en tinto Finca Besaya 2017 un Rioja de contentar a todos y al que siguió una pequeña joya por su calidad y escasa producción (menos de 1000 botellas), un Valdeorras  de uva brancellao y tutelado por Raúl Pérez, ¡como no! que responde al nombre de A Costiña 2015, que hay que conocer sí o sí por aquellos amantes de las uvas autóctonas en monovarietales. El servicio de vino a buena temperatura y con relleno constante y atento en todo momento.

Para cenar con un buen pan gallego más un complemento de foccacia con cebolla, como acompañante de:

. crema de calabaza con patata: como aperitivo de la casa, para calentar el motor gástrico. Buena textura y sabor con un toque de jamón.

. anchoas en modo lasaña marinadas con berenjena: con una presentación que simula un barco de vela por una teja que corona al pesacdo, sin carga de vinagre y autoenrolladas sobre la base de berenjena. Bien.

. croquetas: abundante ración, correctas de textura y deseando más potencia de sabor

. mejillones al vapor: de pequeño tamano pero todos iguales, muy limpios y carnosos, con una presentación en plato a modo de fondo marino (como plantados en la roca); bien de sabor y de ración.

. rape: buena calidad, en compañía de patatas panaderas con algunas pocas verduras siendo el pesacdo prresentado en dos cortes de diferentes zonas, afeando el amplatado.

. espuma de pera, albahaca y helado de mantecado con chicharrones: espectacular en sabores y texturas, muy refrescante. De lo mejor.

. tejas de almendra a modo de petits fours para cafés e infusiones finales.

Una cocina clásica basada en productos con algo de actualización en cocinado y presentación proporcionando una cena muy disfrutada por el entorno, la compañía y bien complementada en especial por la grata sorpresa del brancellao, un vino para recordar que se convirtió en el protagonista principal del evento dando un plus al ágape.

 

Un restaurante que antaño se caracterizaba por tener buen producto y hacer arroces (sobre todo caldosos y melosos), en la actualidad ofrece una cocina de buen producto clásico pero con una elaboración y emplatado actualizado, llegando a un equilibrio muy deseable.

El local mantine sus pros y contras con decoración de salón marinero clásico, con mucha madera, sensación de elegancia demodé pero agradable a la vista. Buenas mesas y buena separación con un comedor reservado amplio al fondo, buenas copas, cubiertos, cambio de platos. Servicio de muy buen nivel atento, profesional y con iniciativa.

Cena de grupo con cervezas previas, agua Benasal y un irresistible y excelente pan de cebolla. En vino tiene una buena carta, amplia y variada con precios al uso; entramos con un blanco de uva Meseguera para los llegados de fuera: Finca Calvestra 2015 que sorprendió; seguimos con un cambio radical para apreciar diferencias: Lapola 2014 más evolucionado para aguantar platos principales.

Para cenar, de forma pactada y servido de forma individual (salvo el micuit) con un cuidado emplatado sobre una vajilla moderna y adecuada:

. aperitivo de la casa: una crema de calabaza, patata y jamón

. micuit de elaboración propia: muy recomendable. Bien presentado y muy sabroso, sin pecar de grasoso.

. espuma de espárrago, almendra cruda, salmón y cremoso de coco: complicado y arriesgado plato al quer salvan las diferentes texturas y contrapunto de sabores

. parpatana de atún rojo asada al aroma de olivo, con berenjena en escalibada, salsa tártara muy suave: buena materia prima y con apariencia de solomillo destaca por su perfecto punto de plancha y ligereza de la salsa. Muy bien presentado.

. curry rojo de mejillones con verduras fileteadas: bien de picante para término medio. Muy refrescante.

. viera a la plancha con esferificaciones de calabaza, noodles de setas y rematada con teja de parmesano servida sobre un plato negro, siempre difícil de llevar. Un emblema de la casa.

. lubina asada con cremita de ajo, puerro y guindilla con tallarines de calamar: mantiene la calidad del pescado, propia del local, buena ración y presentación; la salsa acompaña bien sin apoderarse.

. torrija de fartón con helado de horchata, natilla y mermelada de fresa: un postre que rezuma esencias valencianas sin empalagar.

Como petit fours unas buenas tejas de almendra para los cafés y estar sin prisas. Un lujo.

Comida en el restaurante PAIRAL, en Castellón capital, siguiendo el consejo de la recientemente publicada Guía de restaurantes en la Comunidad Valenciana. Restaurante situado cerca del centro pero en una calle poco transitada de una zona nada turística, el clásico sitio al que nunca irías si no te lo recomiendan. El local, en dos alturas es acogedor, bien puesto y decorado tipo asador marinero, mucha madera, mesas amplias, con buena separación entre una y otra, y aforo completo. De aperitivo de la casa unos chips de verduras y una rica crema de calabaza. 3 personas, pedimos unos buñuelos de bacalao con toque de escalibada, pequeños, sabrosos y ligeros. Mejillones de roca al vapor, pequeñitos y tiernos, para comerte varias fuentes. Como principal paella valenciana, verduras tiernas y buenas carnes (pollo, conejo y costillitas). El arroz con buen sabor, pero lo encontré demasiado seco para mi gusto, y la paella llegó un poco fría a la mesa, señal de que se habían pasado un poco con el tiempo de reposo (disculpable porque estaban a tope). De postre un crepe de crema de turrón con chocolate líquido para compartir que cumplió con creces como broche final del ágape. Para beber un verdejo Palacio de Bornos, bien de temperatura, servido en su cubitera y con copas adecuadas. Buena vajilla y mantelería de hilo. Servicio muy atento, de camareros de toda la vida. 84,04 euros todo. Todo muy correcto. Dejamos para otra ocasión probar el steak tartar, muy popular por lo que vimos en otras mesas y los arroces caldosos, que me da la sensación que superan a los arroces secos en esta casa.

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