Q de Barella: Con ganas de volver

De Quique Barella nos enamoramos en el desaparecido El Alto de Colón hace ya mucho tiempo, así que cuando nos enteramos de que cogía la batuta de su propio negocio lo dejamos aterrizar, esperamos las primeros meses a que se aclimatara en su nueva ubicación y, por fin, nos decidimos a visitarlo.

El local es ya un viejo conocido, con la misma distribución que han tenido sus precedentes pero con una decoración mucho más moderna y acorde. Continúa la zona de tapas al entrar y el espacio del restaurante propiamente dicho algo más resguardado.
Cocina de mercado con la evidente personalidad del autor que ya firma su restaurante con su inicial y apellido, marcando así una clara intención de dejar claro quién manda, quién dirige este nuevo proyecto gastronómico y por ende, se aboga por una apuesta personal y singular.

De los distintos menús que ofrecen optamos por el gastronómico, el llamado Jocs de cuina XL. El precio es de 39,50€, al que hay que añadir 2,50€ del servicio del pan, snacks y petit fours. Nos plantamos por tanto en un menú de 42€, bebida a parte, pero como confiamos en el buen hacer Quique le dejamos que jugara con nosotros y aceptamos las reglas del juego.

El menú consiste en un gazpacho de remolacha con sardina ahumada, sí, algo que hemos probado un montón de veces, aunque no siempre está bueno. En este caso está perfecto, es fresco, cremoso y con una sardina excelente, lo que hace te prepara para relajarte y dejarte llevar aún más. ¡Qué importante es el aperitivo en un restaurante! Y qué poco lo cuidan muchos... La carta de presentación y la despedida son fundamentales y muchos descuidan estos detalles. Afortunadamente no pasa esto en Q de Barella.

Seguimos con una ostra con manzana granny smith y hojas de mostaza. Buena calidad de la ostra y buen juego, tal vez algo manido el tema de la manzana, pero muy interesante el punto de las hojas de mostaza. Agradezco enormemente que mi acompañante no coma ostras, porque se la cambiaron por un plato excelente que de este modo pude probar: foie en escabeche, para mí uno de los mejores platos de la cena. Foie a baja temperatura con una textura cremosa pero nada grasa y el punto fresco del daikon (el típico nabo blanco japonés) y el vinagre que le aporta acidez, así nos alejamos de los ya tan cansinos foies con dulces, mermeladas y demás. Aquí sólo encontrarás el punto dulce de la pimienta rosa, sutil y acertado.

Esa noche se quedaron sin caballa, así que nos avisaron de que había un cambio en el menú, ofreciéndonos una vieira con salsa romescu y tallarines de judías verdes. Buen producto y una salsa romescu nada dulce, de nuevo ese punto fresco y ácido que da mucho más juego con la carne de la vieira.

Calamar de playa con espuma de patata, jugo de pollo asado y aire de cacao. Curiosa la combinación del cacao con el calamar, dos sabores bastante dulces que se sustentan bastante bien, mientras que el caldo de pollo que le da consistencia al plato y la patata, que aporta textura. Además me gustó mucho el emplatado.

El plato principal de pescado fue el pez sable con berenjenas thai y pack choi. A mí me estas berenejenas me encantan, es un plato que siempre pido en Casa Ru y que me sorprendió al encontrarlo aquí. El pack choi o col china le da un toque muy rico al pescado, pues tiene un punto casi amargo, como el de la endivia y la combinación asiática con pez sable me pareció muy original y rica.

Y de carne... pues otro pescado. Esta me parece (junto con el foie) la apuesta más interesante y personal de Barella. Civet de anguila, sí sí, de anguila. La misma técnica de la carne de caza pero con este singular pez teleosteo que tan bien conoce la cocina valenciana. Ese sabor graso de la anguila casa a la perfección con el civet, lo hace un plato serio, con peso. Tal vez el mejor plato de la noche.

El menú finaliza con dos postres, el primero un juego más efectista que rico, pero a mí me gusta que los cocineros jueguen y den rienda suelta a su imaginación: tinto de verano con melocotón. Un vino de fondo, una gelatina de gaseosa y un helado de melocotón. Para mí tiene un encanto especial, pues es la combinación que siempre tomaba mi abuelo: vino peleón, La Casera y esos trozos de melocotón. Me gustó, sin ser un plato memorable.

La torrijas de horchata con helado de canela me parece un postre mayúsculo, con más fundamento y raíces, además de que está muy muy bueno, sin excesos de dulzores y perfecto equilibrio. La cena acabó con los petit fours que anunciábamos al principio, una gominola, unas rocas de chocolate blanco y un financier.

En cuanto al servicio del vino simplemente decir que fue perfecto. Cuando se llevan la botella de vino fuera de mi vista me suelo poner nervioso, a no ser que conozca bien al encargado de la sala. Y es que en estas ocasiones suelo acabar pasando sed, así que prefiero el self service a estar padeciendo por no tener vino en la copa. Pero no fue el caso. No sólo nos sirvieron perfectamente el vino, sino que además tuvieron especial atención al tempo, el ritmo de bebida de todas las mesas y nunca vi a nadie con la copa vacía. Copas de calidad, Schott, que acompañan impecable servicio. Y ahora el pero por el cual no puedo darle el 10 en el apartado del servicio del vino: la carta. Con este menú tan mediterráneo, donde se apuesta por el pescado y la verdura, por los sabores delicados y el equilibrio entre ingredientes, debería haber una carta extensa de espumosos, blancos e incluso algunos rosados que podrían dar juego. El apartado de espumosos es anecdótico y a precios algo elevados, lo que me hizo decantarme por el apartado de blancos que, aunque cojo, tenía alguna cosa más interesante. Al final un albariño de Paco y Lola fue la elección. Como le dijimos al propio Quique Barella, la carta de tintos debería menguar en pro del resto de vinos, mucho más fáciles de armonizar con su cocina. Además se deberían revisar los precios de los espumosos, pues sin duda es la opción más interesante para la cocina que se elabora.

En resumidas cuentas: un lugar al que volveremos para probar los distintos menús que ofrecen y seguir la evolución y propuestas de este Quique Barella.

  1. #1

    G-M.

    Pues no queda otra: habrá que ir.

  2. #2

    Dani C.

    en respuesta a G-M.
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    Te gustará. Yo ya quiero repetir así que ya me avisas ;-)

    Ahora ese Zulo lo tengo apuntado...

  3. #3

    JaviValencia

    Tengo ganas de probar la cocina de Quique, hace una pinta realmente estupenda.

    Saludos Dani

  4. #4

    G-M.

    en respuesta a Dani C.
    Ver mensaje de Dani C.

    Hecho!

  5. #5

    Dani C.

    en respuesta a JaviValencia
    Ver mensaje de JaviValencia

    Si estuviste en El Alto de Colón ya sabes por dónde van los tiros. Y sí, merece la pena la visita.

  6. #6

    Abreunvinito

    Un sitio muy recomendable y que merece la pena repetir conforme cambien los platos.
    Saludos

  7. #7

    Fer B.

    Excelente comentario como siempre Dani.

    Déjame compartir contigo la opinión acerca de la importancia del inicio y colofón de este tipo de experiencias.

    Por cierto, me has provocado una sonrisa de cierta melancolía con tu anotación del tinto de verano con melocotón. En mi caso, también me trae buenos recuerdos.

    Un saludo!

  8. #8

    Dani C.

    en respuesta a Fer B.
    Ver mensaje de Fer B.

    Yo creo que los abuelos de la huerta tomaban así el vino, que no era tinto de verano, era como se tenía que tomar el vino en las comidas :-)

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