Ha conseguido que me quede en paz conmigo mismo.

Es una ginebra sutil, elegante, es pura fragancia, es un perfume. El alcohol, no esta, perdón, es pura integración. No es punzante, es armónico, suaviza e integra a todos los ingredientes. Despliega sus aromas uno a uno, salen (y para mi es la primera vez) los frutos rojos y las notas cítricas muy marcadas y separadas entre si. Hay lima, pomelo, naranja sangina. Hay balsámicos mentolados y un toque muy suyo, que aunque la he probado con dos tónicas diferentes ( la 1724 y la Original blue) sale y marca, son notas claras de cardamomo, angélica y cilantro. De libro. A la espera en copa surgen aromas evocadores a pimienta seca, corteza de árbol. Antes de beberla me la he puesto en el cuello, como si de un perfume se tratara, es pura esencia, todo placer, infinita, grande.
La botella recuerda a un jarabe medicinal, en verdad lo es, por que encuentra el cuerpo con el alma y los une. Hay de verdad complejidad y armonía, pura delicadeza, es todo un vademecum, lo encuentras todo, esperas y sale. Lo buscas y esta. Me asombra la combinación compleja de aromas secos, cargados de especias secas, ahumada y seria, pero a la par las notas cítricas frescas, de una acidez viva. Por último (eso creo yo) se despide con flor de azahar, la flor madura, como cuando la recoges y guardas en cantidad e inicia la fermentación, rasgos marchitos, acerolas y cerezas.
Todo ello con ese aroma de conjunto que es personal e intransferible, único en esta ginebra, NO TIENE IGUAL.

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