Ubicación perfecta, en plena Gran Via, por fuera un edificio bonito y clásico, por dentro, viejo y tirando a cutre, con necesidad de reforma.

Las habitaciones son pequeñas, al menos la que nos tocó, entre la cama y el mueble de la tele, apenas pasaba una persona, imaginaos dos.
Vieja y con bastantes cosas por arreglar, parquet del suelo, marcos del armario despegados de la pared...la cama esta bien para dos, es cómoda, en lugar de sábanas y mantas, tiene esa especie de edredón.

El mueble de la tele y una mesita con un sillón, todo muy apretado.
El lavabo largo y estrecho, olia a cloaca, había que ventilar cada vez, sin apenas amenities, completamente insuficiente para dos, como ejemplo, solo una mini botella de champú.
Buena presión del agua de ducha y toallas correctas.

Desde la habitación se oía el ruido del ascensor, especialmente molesto por la noche, menos mal que nos acostábamos tarde y ya no se usaba mucho.

Lo mejor de la habitación es que estaba en el último piso, con una terraza inmensa, tan grande como desangelada, que costará adornarla un poco, pero con unas vistas espectaculares a la gran via.
Otra cosa buena, es que en el mini bar, te obsequiaban cada dia con dos botellas de aguas y dos pepsis.

El restaurante esta en la planta -1, solo para desayunos, igualmente viejo y esperando reforma. El desayuno en general, correcto, embutidos, frutas, zumos de bote, buena bollería y cocina a la vista para tortillas, huevos... café correcto.

Finalmente puedo comentar que el servicio es amable, en la línea con lo esperado en un hotel de 4 estrellas, aunque después de lo descrito, le sobra alguna.

Nosotros tuvimos un precio especial, debido a que teníamos unos puntos acumulados en otros hoteles de la cadena, que canjeamos por dos noches gratis, pero el precio con desayuno estaba por unos 103 €