Al parecer Missoni es una marca de ropa italiana. Yo no la conocía, y mi mujer me trató por idiota cuando le pregunté que si era famosa. Están especializados en telas llamativas de colores fuertes, y si doy este dato es porque esa es exactamente la decoración de este moderno hotel en el centro de Edimburgo.
Ubicado en pleno casco histórico de la ciudad, el edificio sorprende por lo nuevo, un alto bloque de hormigón de líneas lisas y grandes ventanas.
Las zonas comunes son amplias y diáfanas, aunque tampoco muy luminosas.
El interiorismo es ecléctico, de colores chirriantes que rozan el fauvismo, con estampados entre caribeños y africanos. Un derroche de dudoso gusto.
Las habitaciones, algo pequeñas, están bien equipadas, con unas espléndidas vistas, sobre todo las de las plantas altas. Los baños completamente nuevos y demasiado oscuros son sencillos pero completos. Quizá a la ducha le falte presión. La típica cafetera para salir del paso, un mini bar gratuito, tele con películas en diferentes idiomas con reducida selección en español y un armario " minimalista" no apto para aprendices de la Piquer conforman el resto de la estancia.
Los desayunos, incluídos en el precio, son algo más que buenos. No es la variedad más amplia que he visto, pero sí mantiene una gran calidad y está muy cuidada. Concretamente los zumos y los bollos son fantásticos. Eso sí, si te gusta empezar el día con música alta de fondo.
Lejos de hacer publicidad a nuestra madre patria, hay que destacar que lo mejor del hotel fue la magnífica atención que nos dispensaron los empleados españoles que en esta casa son legión, desde la recepcionista, los camareros del restaurante o los maleteros.
En definitiva, un establecimiento sin rancio abolengo, recomendable por ubicación y por lo moderno de sus instalaciones, algo complicado de encontrar en la ciudad. De hecho, contemplamos otras opciones, como el Balmoral, quizá el más histórico de todos y seguro que mucho más estético, pero incluso a través de la web podías oler a humedad.