Pese a lo que se pueda pensar, el Lago Ness no es el más grande de Reino Unido, ya que este título lo ostenta el Loch Lomond, en la bonita zona del Trossachs National Park.
El hotel que hoy nos ocupa, el Cameron House de la cadena De Vere, ha sido galardonado recientemente como el mejor de Escocia y como el más lujoso spa del país por una de las muchas publicaciones que se dedican a otorgar este tipo de distinciones. Fue por este motivo y por las preciosas fotos de su página web por lo que nos decidimos a pasar una noche aquí.
El imponente palacio casi a los pies del agua se erige majestuoso y sobresale del frondoso bosque. En un pequeño embarcadero a pocos metros, existe la posibilidad de contratar un hidroavión que volará hacia el norte, hasta Skye, en una interesante actividad que dura unas tres horas y media.
Los interiores no desmerecen, son acogedores y están decorados con buen gusto, sin embargo, el personal no es ni amable ni servicial como explicaré a continuación. Nada más entrar, realizamos el "check in", suponiendo que nos ayudarían con el equipaje y que nos asignarían el tipo de habitación que desde Madrid habíamos reservado. Ni una cosa ni la otra, ya que fuimos nosotros quienes acarreamos con las maletas por los interminables pasillos enmoquetados por los que las ruedas no deslizan bien y quienes nos llevamos la sorpresa de que lo adjudicado no se correspondía con lo contratado, dado que nos habían preparado una "junior" en vez de una "executive". Bajamos a recepción con el portatil abierto mostrando las imágenes y le explicamos a uno de los conserjes que se habían equivocado y que preferíamos que subsanaran el error. El displicente empleado nos puso sonrisita y nos dijo poco más o menos que las fotos que le acabábamos de enseñar se correspondían con nuestra habitación. En ese momento me acordé de mi profesora de filosofía de COU cuando nos enseñaba la teoría platónica de que los sentidos nos engañan y empecé a flipar, por lo que solicitamos que nos atiendiera un manager, quien mucho más razonable y aún sin bajarse del burro, nos pidió mil disculpas y se excusó alegando que no le quedaba más disponibilidad, por lo que acordó rebajarnos la diferencia. Conclusión: si pueden te la cuelan, y si te ven español piensan que no hablas inglés, que eres idiota y que no podrás defenderte en un idioma extraño.
Después del entretenido incidente descansamos un rato en la mencionada "junior", con vistas espectaculares, confortable, decorada con mimo y con un notable cuarto de baño.
El spa no lo aprovechamos, ya que la reclamación nos hizo perder bastante tiempo y queríamos llegar a cenar, por lo que nos decantamos por darnos un baño en la cojonuda piscina interior, con un tobogán que no le tiene nada que envidiar al Aquópolis, macarra sí, pero divertida también, pues tiene su puntito volver a sentir los catorce con vistas a un lago escocés. La pega, sin duda, es que sobraban la mitad de los bañistas. El jacuzzi, por ejemplo, lo compartías con otros diez mendas.
Cenamos muy bien en uno de sus restaurantes especializado en salmón autóctono y carne a la brasa.
El desayuno también bastante bueno, con un surtido bufé en el que destacaba un exquisito bizcocho casero.
Merece la pena su ubicación y lo acogedor del lugar, preferentemente si haces gala de toda nuestra chulería patria para combatir a los súbditos de la Pérfida Albión, que tal vez fruto de los efluvios de las cercanas destilerías, tienen el ego disparado entre los muros de este castillo. Afortunadamente al abandonar sus muros el hechizo desaparece y vuelves a encontrarte con escoceses amables.