Situado en el downtown bostoniano, al lado del "Prudential Center", el enorme edificio de cemento ocupa toda una manzana. En él se han alojado todo tipo de personalidades, incluídos diferentes presidentes de Estados Unidos, y más que lujoso, que no lo es, podríamos decir que "The Colonnade" es un referente en la ciudad y además lo han reformado hace poco tiempo.
La recepción es la habitual en un hotel de estas características, gigantesca, de mármol y con su personal, la mayoría de raza negra, amable y uniformado con un anticuado atuendo color vino.
Las habitaciones están bastante nuevas, son exteriores y cuentan con grandes cristaleras a la calle. La decoración es en blanco y marrón con moqueta, cama amplia, colchón duro y alto, televisión de plasma de bastantes pulgadas, y un par de sillas y una mesa que pueden hacer las veces de improvisado despacho. Caja fuerte, buena iluminación en las mesillas y potente aire acondicionado.
El cuarto de baño es lo que falla; aunque está muy limpio como el resto de las estancias, lo deberían reformar, ya que es muy pequeño, no dispone de bidet y la bañera-ducha, además de ser de reducidas dimensiones, es de cortinilla, por lo que si no tienes cuidado al ducharte, lo inundas todo.
Es uno de los pocos hoteles del centro de la ciudad con piscina exterior. Ésta se encuentra en la azotea, con buen tamaño, y una vistas muy atractivas. Además hay habilitado un "roof bar", por lo que te puedes tomar una cerveza después de darte un baño. Lo malo es que ni siendo una zona al aire libre dejan fumar.
El restaurante, "Brasserie Jo" es magnífico, y su inmensa barra con sus mil botellas y sus camareros de smoking, parece sacada de una película de gángsters.
Un hotel céntrico y no demasiado caro para lo que es la ciudad. Reformado y limpio. Muy recomendable.