Una pasada

Fui hace un par de años con un grupo de amigos. Sorprende ya el edificio desde lejos.
Las habitaciones muy ámplias, sobre todo si las medimos en m3, el techo tiene 4 m de alto, lo que da sensación de espacio junto con la enorme cristalera que ocupa todo un frente con vistas a los viñedos.

El restaurante, en cambio, me dejó más indiferente: Correcto servicio, correcta comida pero nada especial que te lleve a recordarlo.

El Spa merece la pena,es un espacio ámplio donde predominan los tonos rojos, se está muy a gusto.
Los tratamientos de lo más variado, con productos Caudalie, elaborados a base de uvas. Tiene gracia la tina de vino en la que te bañas, una de las opciones que hay.

Y la visita a la bodega, sobre todo a la parte más antigua y a la "catedral", uno tiene la sensación de estar en un lugar de culto y de que hay que permanecer en silencio.

Un mix entre lo antiguo y lo moderno muy conseguido, lo recomiendo aunque es cierto que sus precios son elevados, es un capricho.

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