A un hotel de estas características, miembro de la cadena con más renombre del mundo y que además está situado en una de las capitales europeas más importantes, hay que pedirle mucho más. La fachada es bonita y su ubicación es céntrica, a dos pasos del Stadtpark. El problema llega cuando entras a la recepción; aunque es amplia y luminosa, la decoración es ochentera: abundan los dorados, los espejos, los mármoles y las moquetas. Hasta las bolas del gigantesco árbol de Navidad están completamente pasadas de moda. Claramente, cuando reservamos a través de su página web e investigamos las fotos publicadas, parecía de mucha más categoría. El personal que te recibe es profesional, con un buen nivel de inglés, servicial, pero algo adusto, es gente seria y poco dada a los excesos de amabilidad.
Una vez en la habitación, en una planta alta y con una buena terraza, las sensaciones siguen siendo parecidas. La estancia es diáfana, iluminada, con TV de plasma de muchas pulgadas, cama grande y cómoda y buen cuarto de baño, con suficiente presión en los grifos y las típicas amenities del Grupo. Sin embargo le falta ese "plus" de los grandes, ningún detalle marca las distancias en cuanto a lujo se refiere. Hay muchos cuatriestrellados en España muy parecidos.
El resto de las instalaciones mejoran el conjunto, la zona del Spa con saunas y baño turco diferenciados por sexos, el gimnasio y sobre todo la gran piscina cubierta es de lo poco que merece la pena. Afortunadamente son servicios incluidos en la tarifa contratada.
El establecimiento cuenta con varios restaurantes, uno de ellos es un reputado Steak House con el que mantienen una joint venture, el DSTRIKT, muy de moda y frecuentado por gente guapa. Nos costó "Dios y ayuda" conseguir mesa aparte de sobornar a uno de los porteros. Las carnes son buenas, la carta de vinos es enciclopédica, pero el precio es absolutamente disparatado. El otro lo gestiona directamente Ritz-Carlton y en éste me extenderé un poco más. Al no encontrar nada para la cena de Nochevieja y confiando en que el elevado precio sería sinónimo de calidad, decidimos celebrarla allí. Sencillamente rozó el esperpento. Bajamos a las 21:00 y nos encontramos con un buffet libre en el hall, no en el salón principal. La carta indicaba que había caviar y al no encontrarlo le preguntamos a un camarero que dónde estaba, a lo que nos contestó que se había terminado. Después de explicarle molestos que aún era pronto y que nos sorprendía que se hubieran quedado sin ese producto tan rápidamente, accedió a traernos una lata. El resto bastante malo, un engendro de paella reseca, fiambres y quesos industriales, carnes grasientas, pescados congelados y postres sin gracia. Doscientos treinta euros por barba, sin comentarios. Posteriormente, les comunicamos nuestra intención de subir al chill out del ático para tomar una copa y ver los fuegos artificiales de Fin de Año, se excusan y nos dicen que el aforo está completo. Ya bastante contrariados, subimos a la habitación a tomar las uvas y nos llama el gerente a la media hora pidiendo nuevamente perdón e invitándonos arriba a tomar una botella de Champagne. Por orgullo declinamos el ofrecimiento.
La guinda del pastel llegó a los pocos días. Una vez en Madrid, nos encontramos con un cargo adicional no reflejado en la factura. Tras idas y venidas de correos electrónicos, llamadas telefónicas y reclamación en VISA España, el director del hotel nos solucionó el problema.
En definitiva, y de acuerdo con el título, no da la talla.
En Centroeuropa van por detrás en determinados aspectos. Siempre digo que, salvo excepciones, no son países para hacer experimentos en hostelería. Mejor comer en establecimientos tradicionales, (en el caso de Austria, Alemania o República Checa me refiero a las típicas tabernas o restaurantes de los llamados "de toda la vida") que probar cosas nuevas. Además abundan camareros, encargados, dependientes, guías turísticos, etc., impertinentes y soberbios. No a la altura de París, pero desde luego que en bastante mayor porcentaje que por aquí.
Un abrazo,
Lo mejor los platos típicos, sí. Turismo rural aún no he hecho en Austria, pero he visto fotos...
Y en cuanto a la tarta, he tenido la suerte de comer unas cuantas, allí y aquí. Si por casualidad tienes un antojo, te la mandan por correo y llega muy bien.
Además, en el Hotel Sacher, aparte del famoso pastel se come muy bien, lo malo son las colas.
Un fuerte abrazo,
¿Cual de las dos "original Sacher"? (ambas en la misma calle: de la pasteleria o la del hotel).
En la cafetería del Hotel, que por su céntrica situación estaba llena de guiris como nosotros tomando tarta, estuvimos también en el de Salzburgo que al estar un poco más apartado del centro, lo encontré más "autentico".
Lo mejor es conocer para opinar bien.
Gran jefe.
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