Un hotel de los "de toda la vida", con decoración marcadamente antigua en todos sus planteamientos. Hall grande. Buen servicio. Hay garaje aunque no lo usé.
Lo mejor de todo es que está la Giralda a un minuto de la puerta del hotel (entorno extraordinario) y lo siguiente mejor su terraza del piso superior, con la piscina y un bar de copas con vistas a la propia Giralda. De lujo. Muy recomendable el atardecer allí, oyendo el ruido del agua de la piscina, con un GT y un pastelito pionono (como los de Granada) hecho en Sevilla.

La habitación estucada y con papel antiguo en la cabecera, sin enchufes hasta el punto que tuve que desenchufar la nevera para poner el ordenador conectado a la red; buen wiffi, con una mala mesa de trabajo en lo que puede haber influido tener un sofá cama enorme que deja poco espacio a otros muebles, tele mínima con un mando que no funciona el cambiador de canales.
Por contra muchas amenities (ventaja de planteamiento antiguo), griferia de diseño antiguo, cortina de ducha (nada de novedosas mamparas y menos de puerta de cristal).

Desayuno básico en fiambre, quesos, fruta y dulces, aunque un poco de todo. Nada caliente de cocina. Buen descafeinado y aceite Atalaya. Servicio en sala bueno.

Si vas a estar pocas horas en la habitación, la localización no puede ser más céntrica para caminar por el centro.