Hotel fantástico en un maravilloso entorno, en el valle del alto Oja. En el mismo hotel podemos encontrar habitaciones de tres y cuatro estrellas. Nos alojamos en las de cuatro estrellas. Habitaciones reformadas, modernas, decoradas en blanco. Cama amplia y tremendamente cómoda. Nuestra habitación daba a la calle y tenía fantásticas vistas a la iglesia. Persianas robotizadas, TV plana de buen tamaño y equipo de sonido.
Como detalle de bienvenida en la habitación había una botella de vino rosado y una cesta con unas patatas fritas, una manzna, agua, zumo y unos tentempiés. También nos informaron que el contenido inicial del minibar d ela habitación era cortesía de la casa (había cervezas, agua, refrescos...)
Por buscar un pero a la habiación, decir que el baño está integrado en la misma y tiene unas puertas de cristal esmerilado para dar una cierta privacidad a la ducha (muy amplia y fácil de regular su temperatura) y al WC. Labavo y grifería modernos.
Bien insonorizda.
Tuvimos al Echaurren como campo base durante dos días en los que no paramos de visitar Haro, Santo Domingo de la Calzada, San Millán de la Cogolla... tanta actividad nos impidió disfrutar reposadamente del hotel y de su oferta gastronómica. Sin duda hay que volver para unos días de relax y buena mesa. Sólo degustamos las famosas croquetas del Echaurren, muy buenas, y tuvimos el inmenso honor de conocer y charlar un rato con Dª Marisa Sánchez. Amable, próxima y simpática.
Detrás del hotel hay una explanada para aparcar desde la que se ve la cocina... da gusto verla. Ya digo que habrá que volver para probar la cocina de Marisa y la de su hijo Francis Paniego.
Otro apunte del buen hacer en este hotel; a la salida, al liquidar la cuenta, nos ofrecieron para el camino una bolsa con una botella de agua para cada uno y una tarrina con uvas también para cada uno.