Un chino con muchos chinos

Acudí a este restaurante tras una conversación con mi acompañante sobre restaurantes chinos auténticos.

La primera impresión es buena, ya que se aleja de la recargada decoración típica del restaurante chino repleta de dragones y farolillos rojos.

Si bien a primera hora de la noche un día laborable estaba casi vacío, rápidamente se fue llenando tanto de autóctonos como de chinos, más chinos, cosa que dice mucho.

Carta bilingüe chino español con pequeñas fotos de cada plato. Carta muy extensa, sobre los 150 platos diferentes.

Pedimos para beber agua (1,50 € la botella de 1,5 l) y más tarde sangría, ya que la carta de vinos era excesivamente comercial y convencional, y que veníamos de catar vinos, que hay que decirlo todo.

La sangría, 5,50 €: Bastante decepcionante, misma cantidad y peor que una que me ponen en un menú chino de 6,20 €.

Platos a compartir:

Patas de pollo, 4,20 €: Un clásico de los restaurantes chinos auténticos. Platillo frío y agripicante. Rico y refrescante. Como curiosidad, si las pedías enteras, con el hueso, costaban sólo veinte céntimos menos, 4 €.

Berenjena en salsa, 5,80 €: A sugerencia de mi acompañante, que le entusiasmaba. Bueno, pero nada especial, la gracia reside en que las berenjenas absorben bien la salsa. Nada muy diferente de las típicas salsas de chino típico.

Lenguas de pato, 12,80 €: Un plato típico que no verás en el típico chino para occidentales. Me sorprendió que tuvieran hueso, cosas de la anatomía de los patos que desconocía. Me imaginaba otra cosa, muy entretenidas de comer y con poca chicha, aunque se entiende el precio dada la cantidad de patos necesarios para llenar un plato. Un platillo para probar una vez en la vida pero no repetir por la poca chicha para ese precio y no ser un plato que me entusiasmara, una curiosidad.

Gambas salteadas con jengibre y cebolleta, 7,80 €: Pedido para substituir otro plato que se les había acabado. No eran gambas, sino langostinos. Me decepcionó, no muy diferentes de un plato de chino para occidentales. Venían sin pelar. Si bien cuando son crujientes se comen bien con cutícula, el estar en salsa y para comer con palillos no lo vi un plato acertado.

No pedimos postre, pero la “carta de postres" era muy reducida, tres opciones. Lógico, porque los chinos no toman postre.

Conozco uno mejor en Barcelona.

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