Buen restaurante con detalles que cuidar para llegar a ser referente local

En nuestra segunda visita a El Faro en Vinaroz (mesa para cuatro, esta vez con una pareja de amigos), salimos con la misma sensación que en la primera de haber comido bien por un buen precio en un buen restaurante, pero ya, a diferencia de la anterior, con la idea de que la perfección no existe.
El Faro se encuentra en una de las mejores ubicaciones de Vinaroz, en uno de los extremos de su paseo marítimo y junto al puerto de pescadores y deportivo. Las vistas desde su pequeña terraza son magníficas y, si como fue nuestro caso, el clima es tan bueno como el del domingo de mayo en el que fuimos a mediodía, no se puede pedir mucho más al entorno.
En cuanto a la decoración, el interior del restaurante (si no me equivoco el antiguo faro de Vinaroz del siglo XIX) resulta también acogedor, con una decoración moderna y en cierto punto elegante pero sin excesos vanguardistas teniendo en cuenta lo antiguo del edificio.
Para comer nos decidimos por el menú del arroz (18 euros por persona sin IVA): un plato de jamón iberico al centro (ración escasa teniendo en cuenta que eramos cuatro personas), langostinos envueltos en panko con salsa kimuchi (dos por persona; buenos pero quizás con demasiado sabor a fritura); brandada de bacalao (bien, sin fallos); arroz de alcachofas y pulpo (bueno para el que le guste el arroz suelto y algo duro; a mí particularmente me gusta así); y como postre mousse de chocolate blanco ivoire con fruta de la pasión y petalos de rosa cristalizados (buen postre pero con demasiado nombre para lo que se trata). No puedo opinar sobre el vino y su servicio porque bebimos cervezas y refrescos (una por persona incluida en el precio del menú).
Como fallos importantes, en primer lugar nos dio la sensación de que se habían olvidado de nuestra reserva y nos ubicaron en una mesa que montaron en ese momento en la terraza cerca de la puerta de entrada y en una zona de paso hacia uno de los salones (sin quejas del servicio que fue muy atento en todo momento). No pasa nada, un fallo lo tiene cualquiera, pero la improvisación (si es que fue así) no debe hacer que la vajilla y la cristalería fuera diferente para los cuatro comensales.
En definitiva, un restaurante en una situación privilagiada en Vinaroz, con un buen precio de menú de mediodía (la próxima vez optaremos y opinaremos sobre la carta y los vinos) pero con errores que deben corregirse si se aspira a ser un referente de la restauración de la zona.

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