Comer en este pequeño restaurante es una experiencia reconfortante. Primero por su entorno y arquitectura, ya que se encuentra en medio de la huerta en un entorno caracterizado por la tranquilidad y además lo hace ideal para comer con niños. Su arquitectura es singular, ya que se trata de un antiguo almacén que cuenta con un pozo que se ha reconstruido con cuidado, si además tienes suerte y hace buen día puedes comer en la terraza, lo ya es lo máximo.
También hay que destacar el servicio que cubre Mónica con gran eficiencia y afabilidad. Gregorio, su marido, es el cocinero y su predisposición a agradar es de resaltar.
En lo que respecta a la comida hay que destacar que la misma se basa en materias primas (pescados, carnes y verduras) tratados a la brasa, siendo muy destacables los pescados (según la oferta del día) y las verduras, que se sirven en su punto y muy ligeras de salsa. Los arroces merecen comentario a aparte, tanto por su originalidad como por su elaboración a leña. La combinaciones en arroces son incluso arriesgadas, sirvan como ejemplo la paella de pulpo o la de sepia sucia (con su tinta) con col, sin olvidar los caldosos, todos ellos estupendos. Los postres caseros son muy recomendables (vale la pena comer menos y dejarse un hueco).
El menú perfecto son unos entrantes (dejate aconsejar ya que varían casi a diario) y un arroz o un pescado.
La carta de vinos suficiente y adecuada en sus precios.
Muy recomendable y aconsejables.

La semana pasada estuve comiendo en este fantástico restaurante con la familia y unos amigos. En total 7 personas. 4 adultos y 3 niños.
Es una masía restaurada en medio de la huerta y a 300m. de Rafelbunyol.
Lo primero que te sorprende es la tranquilidad. La masía, muy bonita, del S.XIX, un antiguo pozo de riego. tienen unos jardines muy amplios y es ideal para ir en familia y que los niños jueguen con tranquilidad, mientras tu haces una magnifica sobremesa.
Lo que mas me gustó es el trato recibido por parte de sus dueños, Mónica y Gregorio, que es el chef.
La comida, de gran calidad, todo hecho con leña de naranjo, tanto los arroces, de los que tiene una amplia oferta(algunos muy originales) y la carne, el embutido casero y los pescados frescos del día, todo cocinado a la brasa.
La repostería es casera, realizada con mimo por Mónica, la propietaria.

La carta de vinos es corta, pero muy seleccionada y de gran calidad.

Y la sobremesa es lo mejor, tomándonos unos Gintonics, preparados por Gregorio, que son una autentica delicia.
Un magnifico relax de fin de semana, si quieres ir con familia, amigos o en compañia de tu pareja.
Sin prisas y tratados con gran cariño.
¡¡¡Volveremos seguro!!!

Restaurante en la huerta valenciana, en el pueblo de Rafelbuñol, a 20 minutos de Valencia en el que se puede comer bien a precio asequible.
Comida familiar. Entrantes sugeridos por la casa, arroz melosos de variado de setas y conejo buenísimo.
Postres caseros muy buenos.
Café, chupito y gin tonic muy bien preparado.