Fallido

Encantados con su "hemano mayor" de Madrid decidimos acercarnos a Komori

El local sigue una linea minimalista de corte frío, ambiente que no se suaviza a pesar del esfuerzo de personal de sala por agradar (se les notaba algo encorsetados, quizás por directrices de la gerencia)

Elegimos el menú largo que acompañamos con el sake que nos recomendó una de las jefas de sala.

Sobre el menú:

- Sunomono de perdiz: A pesar de la innegable finura de la perdiz, la combinación de acidez del escabeche y las algas se solapa y no permite apreciar los (supuestos) matices de fusión.

- Vieras con sal de chorizo: Excelente materia prima, pero resulta en un plato que no transmite nada mas allá de eso.

- Usuzukuri a la bilbaina: Este plato me demostró lo peligroso que puede ser intentar hacer cocina de fusión con según qué elementos y qué cocinas, creo que a la finura del pescado crudo el ajo y el adobo no le hacen un favor, siendo un sabor fuerte que mata el invento.

- Maguro picante: Cierto que estabamos pidiendo un menú degustación, pero la ración fue bastante escasa, aunque la dosis excesiva (o mal repartida) de wasabi hizo que se nos hiciera largo.

- Selección de niguiris: Consistente en "huevo de codorniz con trufa" que si bien era sabroso por sus ingredientes, era demasiado pesado y carecía totalmente de finura, el siguiente era la hamburguesa wagyu correcta sin mas (aprovecho para decir que parece que el wagyu va camino de ser el nuevo foie, las nuevas espumas, etc, en todos los lados nos lo quieren endosar, pero pocos saben preparala como merece) para acabar con el niguri de pez mantequilla con trufa blanca, que realmente estaba magnífico.

- Futomaki de anguila: Muy bien trabajado, un acierto.

- Rabo de buey wagyu en teriyaki: Sabroso, meloso, tierno pero como cientos de platos de rabo de toro que podeis probar en sitios con menos pretensiones.

- Cremoso de yuzu: Buena combinación de dulces y ácidos que no tiene nada mas destacable.

En general un menú descompensado, con sugerencias clásicas, extrañas fusiones, platos bastante anodinos, no nos quedamos con ganas de volver, hay en Valencia mejores opciones (no muchas, es cierto) para disfrutar de la cocina japonesa, tanto clásica como más atrevida, no está a la altura de su hermano madrileño.

Como último detalle, decir que tuvimos que aparcar en el parking del hotel Westin por ser Fallas y que el restaurante solo te bonifica el 50% del coste del aparcamiento, un detalle ciertamente muy pobre para las ínfulas del negocio.

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