Altos y bajos.

Situado en una estrecha calle que baja desde la plaza de Zocodober encontramos este restaurante. Es complicado aparcar por la zona ya que estamos en las estrechas calles del casco antiguo de Toledo. El local tiene una magnifica decoración clásica con numerosas obras de artes.
Dos zonas: una barra con mesas para comidas o cenas mas informales en un pequeño patio y el restaurante en una planta superior para algo mas formal.
La carta nos resulto algo escasa, para elegir 3 aperitivos, 3 entradas, 4 pescados, 4 carnes y 4 postres.
Nos decidimos por una ración de queso manchego bastante simplón y un correcto jamón ibérico. Luego un atún con mahonesa de avellanas bien resuelto y en su punto, unos ravioles de rabo de toro que estaban buenos, pero la pasta del ravioli estaba demasiado dura un pelin pasada.
De segundos platos, un rodaballo con careta y espárragos, con sabor ahumado muy marcado que llegaba a saturar. Y un venado con ajos y pure de patatas, muy bueno con una carne jugosa y tierna.
La carta de vinos es de corte clásico, mucho rioja mucho ribera y algún típico atípico. Pedimos un Roda II que no lo tenían, y pasamos a un Pago del vicario Monagos 2004 un poco alto de temperatura pero bien.
De postre un couland de chocolate, que tuvimos que pedir al principio de la comida, nada nuevo pero muy rico.
Opción aceptable si estas por la zona alojado, no merece la pena un desplazamiento apropósito, con un servicio amable (para nosotros algo lento y eso que era una sola camarera con dos mesas) y un ambiente muy romántico y acogedor. Pero con algunos altibajos en la cocina.

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