Después de tres días de descanso en la zona de Pals, reservamos para nuestro último día de estancia en el restaurante Casamar, como no, después de las buenas críticas del foro (gracias a las anteriores opiniones por ayudarme en la decisión).
El restaurante se encuentra en una posición privilegiada de la localidad de Llafranc, en alto con vistas a la playa de la misma. Por cierto, para los que les gusta el senderismo, existe el camino de Ronda que une varias de estas poblaciones de la costa brava y es un delicia para la vista pasear por él.
Volviendo a lo que nos atañe, las mesas están dispuestas en la terraza dado que estamos ya en época de verano y apetece. Mantelería, cubertería y copas Riedel de excelente presentación. Las sillas muy cómodas. La carta no es demasiado extensa aunque la verdad es que ya teníamos medio decidido tomar el menú degustación, por lo que no reparé demasiado en ella.
En el caso de la carta de vinos, muy extensa y tampoco tenía intención de estudiármela de cabo a rabo, así que nos decantamos por los cavas y dejamos que el sumiller nos aconsejara. En este caso, nos recomendó un Recadero Subtil reserva con el que es difícil fallar. Está riquísimo.
Y vamos con los platos. Primero trajeron unos aperitivos de la casa, que consistían en unos minifuets con una ramita de tomillo (si no recuerdo mal), avellanas rebozadas, chips de verduras (creo) y prensado de patata con queso y salmón. Correctos todos, el minifuet toda una curiosidad porque nunca los había visto.
El menú. El primer entrante era "bull" blanco (butifarra catalana cuya traducción al castellano desconozco, si es que la tiene) con foie y queso azul con buena presentación y rico. Nos pareció una buena combinación.
El segundo, un salteado de alcachofas con sepionas con emulsión de ajo y perejil, acompañado de huevo de codorniz. Nos encantó. La textura de las alcachofas era totalmente melosa, sepionas tiernas, toda una delicia de plato. Lástima que fuera un entrante.
El tercero fué un canelón tibio de puerro con cigalas al parmesano. Otro que nos dejó enamorados. De nuevo texturas muy suaves con contrastes de sabor muy buenos.
Después empezamos con los platos principales, un pescado y una carne.
El pescado consistió en una merluza al papillote con berberechos y aromatizada con lima que también nos gustó de forma notable.
En el caso de la carne, fueron unas carrilleras de vaca guisada a fuego lento con cebollitas a la ratafía presentan la pieza a la mesa antes de emplatar. Curiosamente el plato de mayor elaboración y trabajo y que para nuestro gusto quedó un poco por detrás de los anteriores en cuanto a sabores. Aunque también se mostró meloso y para nada nos desencantó. Quizás íbamos "in crescendo" y personalmente nos pareció por debajo del resto. Pero sin desmerecerlo.
Después de este festín, llegó la hora de los postres. el primero consistía en un San Francisco presentado en forma de sorbete, muy refrescante y excelente para terminar la comida.
Finalmente, el segundo postre consistente en un macaron de chocolate con crema de whisky. Correcto más que nada porque no es un producto que llame mucho mi atención.
Por ultimo, tomamos cafés acompañados de petits fours, golosinas que fueron el deleite de la peque (ella tomó su menú particular que no cuento en el cálculo final). Por cierto, menú del cual dió buena cuenta, quedando tan encantada como nosotros al final del almuerzo.
Disfrutamos del almuerzo, el personal atento, explicación de todos los platos al presentarlos en la mesa, pequeños detalles con la peque durante toda la comida que nosotros agradecemos y gustan, servicio del cava por parte del personal durante toda la comida (en su cubitera correspondiente para conservar el frío).
Otro lugar muy recomendable y que nos permite disfrutar de este placer que es la gastronomía.