Para celebrar el Día de la Madre, nos acercamos 4 de los habituales en nuestras escaramuzas gastronómicas para conocer este restaurante del que contábamos con buenas referencias; las buenas críticas recogidas en Verema y la posibilidad de reservar con un 30% de descuento en cuenta final a través de un club gastronómico hicieron el resto. Empezamos:
Ambiente y entorno:
Local ubicado en un barrio "bien" de Madrid, con público en consonancia: clientes de toda la vida tratados por su nombre en la mayoría de los casos por el eficiente y amable maitre. Sala amplia, luminosa y de corte clásico, con una deficiente insonorización y cierto tufillo a cocina, al menos en la planta de abajo. Correcta distancia entre mesas y buen menaje y vajilla en éstas: mantelerías y servilletas de un blanco impoluto y buenas copas Schott. Sensaciones medio-altas, por así decir.
Comida:
En barra, con unas cervecitas que pedimos para abrir boca y amenizar LOS 25 MINUTOS QUE TARDARON EN PREPARAR NUESTRA MESA PREVIAMENTE RESERVADA -arguyeron que un camarero nuevo había dado nuestra mesa a otros clientes-, nos sirven unos excelentes encurtidos (pepinillos, aceitunas y cebolla) aliñados con un también excelente AOVE. Ya acomodados en la mesa, sirven 4 canapés de crema de queso y ahumados, ricos y muy cumplidos. La parcela del pan, también muy cuidada: en la mesa aguardan unos adictivos grissinis y unas magníficas chapatitas de leña de las que repetimos a discreción.
Entrantes:
- Boquerones malagueños a la andaluza: espectaculares. 8 boquerones marinados levemente en limón y especias, desespinados con mimo y rebozados y fritos como mandan los cánones: nada aceitosos y bien crujientitos. Bocado ligero de altura, excelente comienzo. Un 8,5.
- Cazón en Adobo al estilo de San Fernando: otra friturita de nivel; buenas porciones de este escualo marinadas con vinagre, especias y pimentón y fritas al mismo nivel que los boquerones. Se sirve con una fritada de pimientos verdes y rojos de quitarse el sombrero. Un 9.
- Pulpo de Pedrero con Cachelos al aceite de pimentón: un par de patitas de pulpo de calidad perfectamente cocidas y rebanadas, guarnicionadas con buena patata cocida, aceite de oliva y pimentón. Un clásico bien solventado del que destacaría el sabor y tersura del cefalópodo. Muy bien también. Un 8.
Principales:
- Lomo bajo a la parrilla: un buen filetón de vaca con pronunciado y suculento sabor a carne de calidad y brasa, cocinado con precisión milimétrica, tanto los solicitados poco hechos (2) y el "al punto" (1). Se sirve con patatas fritas caseras y unos pimientitos de Padrón. Riquísimo. Un 9.
- Lenguado de Estero a la parrilla con su piel: una de las comensales pidió este plato y también triunfó; buen ejemplar de una calidad sublime y cocinado con el punto perfecto de parrilla. Guarnición de patatas fritas y pimientos rojos. Lo probé y, de nuevo, muy bien. Un 8,5.
Postres:
- Filloas: 3 filloas totalmente artesanas, crujientitas, nada aceitosas y rellenas de una crema deliciosa. El nivel se mantiene en el apartado dulce. Un 8.
- Hojaldre caliente de manzana: una oblea de hojaldre y manzana horneada al momento servida con helado de vainilla. Más que correcta. Un 7,5.
- Helados variados: 4 bolas de helado -turrón, chocolate, vainilla y frambuesa- a cada cual más rica. Refrescante y agradable remate, un 7.
Acompañamos el festín con una botella de un agradable Ribeiro blanco -no recuerdo el nombre, sorry-, media botella de Marqués de Murrieta tinto, una botella de Agua, cuatro cervecitas, 2 PX -tampoco recuerdo cuáles, me tengo que mirar lo de apuntarme los vinos- y un par de pacharanes (invitación estos últimos). En concepto de servicio de pan y aperitivo, cobran 2,75 euros por comensal. El total pagado 168 euros (con un descuento del 30% en cuenta final), una muy satisfactoria RCP en mi opinión, dada la calidad del homenaje gastronómico con que nos agasajaron en este Nuevo Gerardo... para repetir sin duda.
Lo mejor: comida y servicio. De lo primero, ya está todo dicho; de lo segundo destacar la profesionalidad, simpatía y eficiencia con que se desempeñan todos y cada uno de los empleados en este local. Servicio de vieja escuela en el que se intuye la veteranía y la calidad de la atención como en pocos. De chapeau en esta parcela, sin duda.
Lo peor: la espera de 25 minutos para acomodarnos en una mesa reservada con una semana de antelación clama al cielo, aunque entiendo que un fallo lo tiene cualquiera.