Buen sitio

Un local magníficamente ubicado, enfrente de la playa de Llafranc. El único pero es que las mesas están demasiado juntas. Llena a menudo, el local es pequeño y está repleto de mesas, algunas separadas por poco más de un palmo.

Buen producto. Se come bastante bien. El tema del vino, hay carta de tranquilos pero no de espumosos. Pedí qué referencias tenían y me las trajeron apuntadas en un papel, sin precios. Tomamos un Luis Cañas y pedí cambio de copas porque las que había de serie eran inaceptables. El vino llega a buena temperatura.

Me hace gracia de este restaurante que el propietario sigue los patrones de comportamiento de un clásico de la costa, el Giorgio de Calafell, que se basa en su olfato para dar mesas.

Y parece que se está planteando seriamente dar el salto a Barcelona.

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